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Parisinos y turistas mostraban ayer su dolor en la explanada de la catedral. REUTERS
Todo París es una plegaria

Todo París es una plegaria

Miles de personas se acercan hasta los alrededores de la catedral con la esperanza de que vuelva a lucir pronto en todo su esplendor

paula rosas

Miércoles, 17 de abril 2019, 02:12

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Cenizas y trozos de madera carbonizada salpicaban ayer la explanada de la catedral de Notre Dame. Habían caído como nieve procedente del infierno durante toda la noche. Con la luz del alba, la Vieja Dama, blanquísima aún en su fachada, desvelaba al mundo sus heridas. «Me cuesta mirarla pero no puedo apartar la vista. Es un pedazo de nuestra historia la que se ha convertido en humo», señalaba, con la voz entrecortada, Laurent. «Pensábamos que siempre estaría allí», decían ayer muchos parisinos. Y allí estaba, herida, pero aún en pie.

Los alrededores de la catedral eran un hervidero de gente. Turistas con maletas, ancianos con gesto grave, familias de vacaciones que intentaban abrirse paso entre la muchedumbre para ver de cerca ese pedazo de la historia de Francia y de la cultura occidental que había sido pasto de las llamas. Emilia y su familia habían visitado por la mañana Notre Dame y por la tarde, mientras paseaban por la colina de Montmartre, pudieron ver la enorme columna de humo que salía del templo. «Me pongo hasta nerviosa al recordarlo. Se me ponen los pelos de punta, porque en ese momento no sabíamos si había heridos», recuerda con emoción. El alboroto dio paso al silencio. «La gente estaba de fiesta, pero poco a poco todo el mundo fue sentándose en las escalinatas que hay frente al Sagrado Corazón, en silencio, sobrecogidos». Ayer volvieron a Notre Dame, «sobre todo para tranquilizar a mi hijo, que estuvo llorando porque le había gustado mucho la catedral. Así que hoy ha podido ver que la estructura sigue en pie y la pueden reconstruir».

«Solo tengo dos palabras: tristeza y esperanza», dice el rector de Notre Dame

La esperanza de que el templo vuelva a lucir en todo su esplendor alimentaba los ánimos de muchos parisinos. «Es una amputación, pero podemos curarla», aseguraba Cécile, una septuagenaria que vive en el barrio y que había pasado parte de la noche con el resplandor de las llamas en el rostro y sintiendo el calor de sus vecinos. Como ella, muchos se vieron en la necesidad de contemplar con sus propios ojos lo inimaginable, para ser testigos en directo de la historia, pero también para sentirse menos solos. Notre Dame ardía y con ella, un pedazo de Francia. «Solo tengo ganas de llorar -reconocía Cécile-, pero ahora hay que ser fuertes y reconstruirla».

Millones de veces capturada por las cámaras, ayer los turistas se llevaban otra imagen del templo. Desde los autobuses descapotables, que penaban entre el tráfico, perturbado por los bloqueos de la Policía, y desde los populares Bateaux Mouches, miles de visitantes alzaban sus móviles hacia la bella gótica. Los bomberos, extenuados tras largas horas de trabajo, seguían lanzando agua hacia el tejado. Con sus uniformes rojos, su silueta se adivinaba entre las columnas de la galería del primer piso, aquella desde la que Quasimodo veía el mundo al que no le dejaban pertenecer.

El hogar de Quasimodo

«Yo no soy creyente, para mí no tiene un gran simbolismo religioso, pero pienso en los reyes de Francia, en toda esa historia convertida en humo, pienso en la literatura y, especialmente, en Victor Hugo», relataba ayer Fetiha, que llegó a Francia cuando tenía dos años, «pero que es mi patria, también Notre Dame». El personaje de Quasimodo capturó la imaginación de generaciones y generaciones de niños franceses que hoy, ya adultos, sienten un pedazo de su infancia arrebatado.

La obra de Victor Hugo, 'Notre Dame de París', era ayer la novela más vendida en Amazon. También la ofrecían, en ediciones antiguas y baratas, los 'bouquinistes', los libreros de los muelles de París, que el lunes eran testigos privilegiados del incendio. Ayer muchos no abrieron, y los que lo hicieron tuvieron que vérselas con la marabunta de curiosos y los miles de periodistas, fotógrafos y cámaras que intentaban hacerse un hueco para contemplar el trabajo de los bomberos.

El lema de la ciudad, 'Fluctuat nec mergitur' -batida por las olas pero no hundida-, resucitado tras los crueles atentados de 2015, volvía a escucharse en París. El rector de Notre Dame, Patrick Chauvet, que había pasado toda la noche junto a la alcaldesa, Anne Hidalgo, siguiendo las tareas de extinción del incendio, pasaba ayer raudo por los alrededores de la catedral y con el semblante agotado. Al vuelo, pero con una sonrisa, confesaba a este diario su sentimiento el día después de la catástrofe: «Solo tengo dos palabras: tristeza y esperanza».

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