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Ludivina Menéndez, con Pedro Martínez, nada más conocer su suerte. DAMIÁN ARIENZA
Lotería de Navidad 2020

«La compré el día que murió mi marido, con el número de sus años»

Ludivina Menéndez adquirió los ocho décimos de un quinto premio vendido en El Coto y lo repartió entre sus familiares. «Quería el 86, el de Jaime»

SUSANA D. TEJEDOR

Miércoles, 23 de diciembre 2020, 02:25

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«Cuando lo vi me pareció un número muy feo. Ojalá no hubiese tocado». Los premios siempre dan alegría y más en un año tan difícil como éste que ya se escapa. Pero a veces, la fortuna llega con un sabor agridulce. Eso es lo que ha sentido Ludivina Menéndez Álvarez, una vecina del barrio gijonés de El Coto, de 82 años, que ayer era sorprendida con la suerte de un quinto premio.

Pasaban unos minutos de las nueve de la mañana cuando los Niños de San Ildefonso cantaron el 86986, uno de los ocho quintos premios del Sorteo Extraordinario de Lotería de Navidad, dotado con 60.000 euros a la serie y que dejaba premios en administraciones de Oviedo, Gijón y El Berrón. 6.000 euros por cada décimo.

Ocho compró ella, todos los que vendió la administración Juguetería y Loterías Pedro's, ubicada en la calle de General Suárez Valdés.

Un número, adquirido por máquina que no fue elegido al azar. «El 11 de octubre murió mi marido. Tenía 86 años y por eso elegí el número 86, aunque luego cuando lo vi, me pareció muy feo, me parecía capicúa y no me gustó nada».

El lotero Pedro Martínez Pozo se encontraba asimilando la suerte caída en su administración cuando apareció Ludivina. «¿Pero tocó aquí?» Eran las diez y media de la mañana, apenas una hora después de conocerse que uno de los quintos premios del Sorteo de la Lotería de Navidad había caído en Gijón.

«Hacía media hora», contó a EL COMERCIO, que «una familiar me decía que nos había tocado el número que había comprado y no me lo creí, por eso vine aquí para que me dejara en paz. 'No me torees, hija, que no estoy para ello, no tengo humor', porque yo no sé si tocó al final», relató aún desconcertada.

«¿Pero qué número lleva usted?», le preguntó el lotero. Y entonces, ella recitó rápido y de memoria: «el 86986, el de Jaime».

48.000 euros obtenidos en total que no compensan la tristeza de Ludivina que nunca olvidará que, tras 64 años juntos, perdió a su compañero de vida. «Mis familiares dijeron que había que comprar el número y yo dije pues que sea el de Jaime», cuenta entre lágrimas.

Y tras volver de enterrar a su marido, adquirió los boletos en la administración cercana a su casa. «No soy jugadora, solo en Navidad». Así, siguiendo la tradición, «bajé hasta la administración de Pedro, y compré los boletos.

Cuenta que el lotero se los dio por máquina. «Yo le pregunté: 'Pero valen igual, ¿no?' y él me dijo que sí, que eran iguales que los otros. Yo lo que quería era el 86».

Reparto a la familia

La realidad es que repartió entre sus familiares toda la lotería. «Me quedé solo con medio boleto». 3.000 euros para ella y el resto entre Gijón y Zamora, de donde es una parte de su familia.

Varios de los agraciados seguían a media mañana sin conocer su suerte. «Aún no avisé a los de Zamora, porque yo no estaba segura de que fuera verdad lo del premio», reconoció.

«El azar es complicado», contó Pedro Martínez. «Estamos aquí para repartir ilusiones, para repartir sueños y este año, con más incertidumbre que nunca».

Y también menos ventas, ya que el cierre de la hostelería, la inactividad de clubes y asociaciones ha minado sensiblemente las ventas de lotería navideña.

De todas formas, relata que el lunes, a última hora, aún acudió gente a comprar. «Hubo un señor que se dio hasta un coscorrón porque yo ya tenía la persiana medio bajada. Se lo pude vender. Cerré a las once menos veinte de la noche». No tuvo la misma suerte quien acudió ayer mismo por la mañana, ya fuera de plazo. «Suele ocurrir, la gente lo deja para última hora y, a veces, se quedan sin los décimos».

La administración que regenta Pedro Menéndez, desde hace muchos años, perteneció a su familia. «Primero mi abuelo Pedro, luego mi padre, Pedro, y ahora yo». En febrero repartió un primer premio de la lotería del jueves, y hace dos años, un pellizco del primer premio. «Es extraño este año sin botellas de champán brindando con la gente en la calle».

«Siento pena, no alegría», repetía Ludivina, sin contener las lágrimas ante la noticia de un premio empañado «grande», pero por las tristes circunstancias que le rodean.

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