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Adrián Barbón y Antonio Trevín. Damián Arienza

Qué grandes lecciones, maestro Antonio Trevín

Adrián Barbón

Asturias

Miércoles, 23 de julio 2025, 21:34

Qué pronto te has ido, compañero. Duele la negra noticia, me hiere tu falta, presidente Antonio Trevín, ahora que nos estabas dando, maestro como eras, una cátedra de coraje. De los últimos meses, recordaré siempre tu entereza, el ánimo encomiable con el que afrontaste el sombrío diagnóstico y los reveses del tratamiento.

Hace pocos días aún, en tu casa, con la voz débil, volviste a enseñarme en qué consiste el valor. Ahora me pasaría las horas recordando tus palabras, la admiración y el cariño a Luisa, tu mujer, la voluntad de disputar con la muerte hasta el último instante.

Pero hoy, mañana, estos días, repasaremos tu trayectoria política. Recitaremos que fuiste tantas y tantas cosas, alcalde, director provincial de Educación, delegado del gobierno, presidente, diputado… Y yo sabré al oírlas, con certeza, que nada, ningún cargo, compitió en ilusión ni satisfacciones con la alcaldía de Llanes, con ese ir y venir ajetreado de un pueblo a otro, siempre dispuesto a pararte, a escuchar, a atender, con esa manera cercana, humilde y sencilla, extraña por completo al sectarismo, de entender la política. Que no me discutan porque no me equivoco, porque juego con ventaja, porque conocí tu amor hondo, arraigado, a ese pedazo de tierra.

Como supe de tu vocación incansable de servicio público. Este año, el Consejo de Gobierno decidió concederte la Medalla de Asturias –la máxima distinción de nuestra comunidad- por esa entrega voraz e incondicional. Porque cualquiera que te haya tratado reconocerá en ti una llamativa paradoja: el hombre tranquilo, moderado, tan terco como razonable, entregado a tres pasiones desmedidas: los suyos, Llanes y la política.

Cómo fuiste capaz de conciliar esa paradoja será tu secreto. De un lado, pausas sosegadas para la conversación amigable y calmada; de otro, ni un hueco libre en la agenda vital, salvo para cubrirlo de inmediato con una reunión, una charla o una partida de mus. Haría falta inventar días y años más largos para que pudieses llenarlos con todos tus compromisos.

No todo fue sencillo. Supiste estar en momentos complicados, como cuando asumiste la presidencia del Principado y cuando dejaste el cargo. Con tus propias posiciones en los debates internos, en mayoría o en minoría, nadie podrá acusarte de haber faltado al respeto ni de esconderte para defender tus planteamientos. Siempre entendiste, y lo hiciste saber, que tu partido, la Federación Socialista, también era otra familia. Una familia que, no hace falta que te lo diga, te quería como sólo se quiere a los propios.

El 8 de septiembre no podré entregarte esa medalla. Hace unos días pude enseñártela, incluso ponértela, pero deseaba, anhelaba dártela con todos los honores el Día de Asturias. Espero que la recoja tu querida Luisa, en tu nombre. Cuánto me hubiera gustado imponértela oficialmente, por merecida. Tú, agradecido como siempre sabías serlo, que hiciste apostolado de asturianismo por donde quisiera que anduvieses, la hubieses guardado como un tesoro.

Ahora nuestro mayor tesoro es tu memoria. Esa medalla servirá para guardarla siempre. El próximo Día de Asturias te recordaré con el cariño de tu familia, de tus amigos del alma, de tantas personas que quisiste y te han querido, como tu inolvidable Alfredo Pérez Rubalcaba. Te imaginaré citando versos de Celso Amieva, contemplando la playa de Toró o volviendo la vista hacia la sierra del Cuera, almenada con retales de niebla, como si ambas, mar y montaña, marcaran las fronteras de tu patria más amada.

Entonces, cuando eso ocurra, no dejaré de lamentar que te hayas ido tan pronto. Gracias por tus grandes lecciones de servicio, amistad y militancia. Hasta siempre, amigo, compañero, presidente Antonio Trevín Lombán. Un abrazo por Llanes y otro por Asturias.

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