La alegría del Cervantes
En mi vida siempre he tenido que desdramatizar», dice Cristina Peri Rossi, «porque si no relativizo las cosas, me asusto mucho». La escritora ha sido ... noticia esta semana ya que le han concedido el Premio Cervantes 2021, un galardón que vuelve a ponerla en lo inmediato de la vorágine mediática que, lo sabemos, pasará rápido. Una lástima, se mire por donde se mire; Peri Rossi tiene una de esas voces poética y visceral que representa bien su carácter excesivo, independiente y fuerte, con la fortaleza que poseen los vulnerables y que tan bien nos viene a más de uno en estos días agoreros.
Su vida da para unas cuantas novelas y sus ojos inquisitivos podrían servir para cientos de campañas publicitarias donde se venda, no sé, la belleza, la rebeldía, el dolor, la ironía, ese desdramatizar, sobre todo, ese quitar hierro a la tragedia que tanto practica. No es sencillo lograr dominar las ansiedades recurriendo al humor, o recurriendo a lo cotidiano, la cosa se suele torcer al primer o quinto intento, ya que requiere de una voluntad contra todo y contra todos difícil de mantener. Pero Rossi dulcifica esa capacidad como si no tuviera mérito lograr hablar de enfermedad y muerte, de amores y ausencias con esa carga de diversión, con esa energía vital, a veces oculta, pero siempre presente. Eso es, para mí, lo más definitorio de la nueva Cervantes, su vitalidad desbordante, pero que no apabulla, que no fatiga; esa vitalidad que se teje con hilos de pérdidas y descartes, de melancolías y olvidos. «Ahora quiero alegrías, como este premio», explica la escritora desde la convalecencia de su piso en Barcelona. Ojalá las tenga, todas seguidas y podamos disfrutarlas sus devotas en las letras.
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