Nel Amaro: el renovador del teatro asturiano...
...que fue también díscolo, socarrón y comprometido
La Selmana de les Lletres Asturianes rinde este año homenaje al escritor Nel Amaro, quien no gozó en vida del reconocimiento que está recibiendo después ... de su muerte, de la que acaban de cumplirse diez años.
No hay sorpresas: la tradicional sima entre los creadores de ese magma incandescente que llamamos cultura y quienes la tutelan forma parte de un paisaje suficientemente conocido, si bien conviene no olvidar que Nel atesoraba una serie de méritos tan excepcionalmente singulares que aún tardarán en valorarse en su justa medida. O desaparecer para siempre, quién sabe. Sea como fuere, permítanme dos apuntes al respecto.
El primero pude recuperarlo a petición del catedrático Benigno Delmiro cuando preparaba su libro 'La rebelión de la cultura en Asturias', mientras que el segundo está relacionado con la generosa entrega del escritor a la defensa de la heterodoxia frente a lo políticamente correcto y la complejidad de su pensamiento de creador siempre dispuesto al riesgo.
Nunca renunció a una obsesión: llevar la cultura a los barrios, a los pueblos, y retroalimentarse con su aliento
En el año 1977 di una conferencia en el Club Cultural de Tudela Veguín sobre Federico García Lorca, y el grupo teatral BOX recitó poemas del autor granadino. Ese día los integrantes de BOX me confesaron que necesitaban un director para mejorar su técnica y abordar objetivos más ambiciosos. De inmediato pensé en Nel Amaro, lo llamé, nos vimos en Mieres, y tras breve conversación su respuesta fue clara: «Vale, Perico, voy, hablo con ellos y vemos qué se puede hacer». Como era previsible, fue, habló y se quedó.
De la relación entre Amaro y BOX nació un primer proyecto, 'Les corales d'Asturies entá son de ñebe', basado en la obra de Camus sobre Octubre del 34. Pasado un tiempo, Amaro me comentó que los ensayos no iban bien, pero no por culpa de los actores, sino por dificultades del texto que creía insalvables. Decidió entonces ofrecerles otro escrito por él, 'Xénesis o alborá de la conciencia', y un tránsito tranquilo compaginando el ensayo de las dos obras. Aunque Nel Amaro no fue consciente entonces -junio de 1979-, el estreno de 'Xénesis...' en la VI Semana de Teatro de Langreo sería un punto y a parte en la historia del teatro en lengua asturiana.
Cuando Benigno Delmiro me pidió datos para su libro sobre las asociaciones culturales recuperé éstos y otros apuntes personales sobre Amaro y también una reseña del profesor de Filología Ramiro González Delgado: «Nel Amaro fue el renovador del teatro asturiano, pues introdujo de lleno las corrientes innovadoras del siglo XX en un género todavía anclado en el costumbrismo decimonónico. Este autor (...) presenta unas puestas en escena rompedoras y sus temas están socialmente comprometidos».
Pese a la fragilidad de la memoria, hay escenas que, aun borrosas, no pierden su interés y sentido, conjugando la soledad de los corredores de fondo y la marabunta que a veces reinaba en aquellas mesas redondas del pasado siglo que, en cierta medida, alentaban nuestro vivir. Pola de Siero, salón casi vacío de público, Amaro, a quien los organizadores ni siquiera habían tenido a bien invitar a la mesa, en la que abundaban efímeros sabelotodo que nunca habían pisado un escenario, musitaba socarrón a mi lado en la fila de butacas del final, las de salir corriendo:
-¿Y éstos quiénes son? ¿plumillas como tú?...
-No los conozco, pero vese que saben la de Dios. Creo que voy fichalos.
El segundo apunte, ya en un ámbito más emocional, está relacionado con la generosa entrega del escritor a la defensa de la heterodoxia frente a lo políticamente correcto, pero también con la complejidad de su pensamiento de creador.
Nel Amaro había iniciado su acercamiento al teatro en 1966, tanto por razones políticas como culturales. La primera obra en la que trabajó era de Fernando Arrabal y la segunda un drama escrito por Juan Benet, Anastas o el origen de la Constitución. Dos experiencias que desembocaron en una decisión que marcaría buena parte de su futuro: escribir obras de teatro y dirigirlas.
En ese caminar, Amaro regalaba la imagen del teatrero bonachón que en los momentos de relajo, duda o desconcierto gustaba de mesarse sus barbas, tras las que muchos sospechábamos que escondía algo más que un rostro: tal vez un paisaje imposible por el que correteaban perros como 'Pulgu', a quien elevó a los altares de la dignidad literaria como acompañante fiel; o los paxarinos que habían buscado cobijo en su alma ya desde niño y que permanecían a la espera de que el escritor los liberase en forma de sonidos, gestos y, sobre todo, palabras. Comenzó con la poesía y el teatro, con las crónicas en los fanzines, y con una obsesión a la que no renunció nunca: llevar la cultura a los barrios, a los pueblos, y retroalimentarse con su aliento. Con la paciencia de los perdedores, junto al teatro fue aprehendiendo versos, cuentos y novelas, hasta situarse en el límite mismo de la creatividad artística. Es en ese ámbito en el que la automarginalidad consciente y buscada de Amaro favoreció un tránsito que fue alejándole de las estructuras teatrales clásicas para ir ganando espacio en otros territorios. Admiraba el teatro de calle, ya fuese la trepidante Curuxa Enfocicá, o la calidad de Margen, y, de allí, al clown que busca dejarse arrastrar por el público, por sus reacciones (alguien lo llamó 'honestidad escénica'), regalando risas, ejercicios de magia imposibles, logrando despertar nuestros ojos ensimismados, y, finalmente, creando perfomances en las que era capaz de sorprender incluso a sus seguidores más avisados.
Pero un día llegó el comandante y mando a parar. Amaro murió en abril de 2011, diez días antes de actuar como pregonero en la Fiesta del Oso republicano de Cangas de Onís. Era sin duda el bufón ideal para una fiesta en la que la memoria histórica reclamaba su concurso utilizando su humor vitriólico hasta dejar desnudo al rey. No fue posible, pero sí en cambio que le enterrasen con la bandera tricolor.
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