'Hiprogresía'
La izquierda española, esa que silente y resignadamente aguanta el desmantelamiento de la socialdemocracia, podría reflexionar acerca del carácter avinagrado que a más de uno le esta invadiendo con todo esto
En febrero de 1669 se estrenaba en el Teatro del Palais Royal de París la obra por antonomasia de Jean Baptiste Poquelin, más conocido en ... la historia de la literatura universal por el seudónimo de Molière. En 'Tartufo', su creación mundialmente más famosa, se esconde una crítica, en versión cómica y de versos alejandrinos, sobre la hipocresía humana. Es tal el grado de perfección descriptiva que alcanza acerca de la falsedad, que la propia RAE ha incluido en su diccionario este término y lo define como «hombre hipócrita y falso».
Este mal pandémico sigue asolando la sociedad occidental de nuestro tiempo. No hay estructura social, económica o de poder, de la naturaleza que sea, en la que no se dé cobijo a seres capaces de retorcer la verdad sin una mota de sonrojo en sus duras mejillas. Son adalides de la mentira, de la manipulación en masa, que pululan entre nosotros sin escrúpulos, moral ni nada que se le parezca. Son, en cierta medida, más libres que los que creemos en la ética. No tienen la atadura de los valores. Aunque a pesar de los pesares y como se dice por Castilla, no les arriendo la ganancia.
La política, ese irrespirable estercolero en el que se ha convertido la honorable vocación de servir al prójimo, no permanece ajena a estos personajes. Al contrario, lamentablemente. Desde hace bastante tiempo, más del deseado por la mayoría, las alimañas siguen pudriendo el sistema desde dentro. Sólo quienes se lucran de esa red de prebendas, corruptelas y mangoneos pueden estar satisfechos con el descarrilamiento generalizado que padecemos. Eso o que se han alineado con ese politburó supuestamente progresista que rige los destinos de nuestra patria. Todos queremos lo mejor para nuestros hijos y también para los descendientes de los demás, las futuras generaciones que a veces se dice en 'cursilandia'.
Nada es menos avanzado que no respetar a los demás, al que piensa o vive diferente
Ese es el verdadero adelanto, que los jóvenes de hoy vivamos mejor que nuestros abuelos. Se puede centrar el debate, bajo los efectos de la lobotomía ideológica de rigor, en el aspecto eminentemente material. No es ni mucho menos desdeñable, pero también debemos reparar en la defensa de la libertad, la igualdad y la justicia.
Tras la bandera de un progresismo fariseo, que esconde propaganda mediática, degradación institucional, control judicial y deslegitimación de toda persona, grupo o idea contraria, se pretende hacer desaparecer, casi sin paliación, los logros de nuestra democracia. O, al menos, se están poniendo mimbres para ello.
Nada es menos avanzado que no respetar a los demás, al que piensa o vive diferente. Eso sí que recuerda a otras épocas y a otros continentes.
Resulta muy difícil justificar tantos cambios de opinión en tan poco tiempo, salvo supina necedad o avieso oportunismo. La izquierda española, esa que silente y resignadamente aguanta el desmantelamiento de la socialdemocracia, podría reflexionar acerca del carácter avinagrado que a más de uno le está invadiendo con todo esto. Quizá porque observan ojipláticos cómo aquellos que vinieron a cambiar el mundo a lomos de la lucha anticorrupción, tienen los mismos vicios, o hasta peores, que los anteriores. Algunos incluso los tienen bien cerca, en el mismo colchón y hasta en la propia familia. Pero como dice en 'Con faldas y a lo loco' Jack Lemmon, «bueno, nadie es perfecto».
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión