Desintoxicar
Entonces sabes que es la última y que toca desintoxicar, dejarlo, irse y que sigan otros menos castigados
En todos los deportes se registran relaciones emocionales entre aficionados por un lado y practicantes y clubes por otro, generalmente relaciones de admiración e identificación. ... En el fútbol ocurre también pero con matices específicos porque creo que lo que abunda, en grado muy superior al de otros deportes, son adscripciones que acaban resolviéndose en pertenencias. Se «es» de este o de aquel equipo que, emocionalmente, viene a ser se pertenece a uno u otro. Esto pasa también, ya lo sé, en otros deportes, normalmente de equipo, como baloncesto o balonmano pero, sin duda, en mucha menor cantidad de víctimas e intensidad de pertenencia. Porque no me refiero, en lo tocante al fútbol, a simpatías superficiales hacia este o aquel equipo sino a la entrega que asume, y sufre, el aficionado al fútbol de toda la vida, el que empieza jugando de muy crío, continúa de joven y lo deja cuando el cuerpo declina y protesta y, en todo este proceso, no deja de seguir a su equipo presencialmente o a través de las pantallas. Este ciudadano no «tiene» un equipo favorito como se puede tener un juego o un chigre favorito, qué va. Es todo lo contrario, este sujeto es poseído por una dependencia de ese club. Sea de los aficionados pacíficos o de los violentos, de los discretos o de los exaltados, es, emocionalmente, un ser dependiente, condicionado, infectado por una pulsión invasiva que, como la que cualquier adicción, gestionará con más o menos eficacia pero que no termina de gobernar.
Y a lo que vamos, el sujeto abducido por esa vinculación descontrolada vivirá emocionalmente, frecuentemente a su pesar, las alegrías y las amarguras propias de su condición de ser dependiente, algo que tendrá más que asumido y que muchos hasta padecerán con gusto. (En fútbol gusto y padecer pueden compartir una misma frase). Pero el asunto es que todo tiene un límite. Si, por ejemplo, tu equipo va ganado, a la media hora de partido, por tres a cero y, sin que medie sismo grado siete Righter ni el Picu San Martín entre en erupción arrasadora, acaba perdiendo en casa cuatro a tres, entonces sabes que ya no es una más a sumar sobre tantas anteriores, sabes que es la última y que ya no debería haber otra y que toca desintoxicar, dejarlo, irse y que sigan otros menos castigados. Ya matarás el gusanillo mediante la metadona de la visión plácida de otros fútboles descafeinados y con sacarina pero inocuos.
Y no es deserción sino estricta defensa propia. Que ya está bien.
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