David, el (otro) jefe de la tribu
Muchos llegamos a la Facultad de Periodismo soñando con ser reporteros. En la retina se nos habían quedado grabadas las imágenes de la agonía de ... la niña Omayra, encallada en una ciénaga tras la explosión del volcán Nevado Ruiz en Colombia, y también las crónicas del legendario periodista Manu Leguineche. Eran, además, los años en que leíamos 'Territorio comanche' de Pérez Reverte y ya nos veíamos con un pie en una trinchera. Nadie tenía internet en casa y mucho menos un móvil. El mundo estaba lleno de grandes historias y todos queríamos salir a contarlas. Pero el día que conocí a David Beriáin tuve claro que él sí lo lograría.
Si pienso en David en aquellos años de universidad, lo primero que recuerdo son sus botas Panama y su rubia barba de mercenario... Solo le faltaba el chaleco táctico para ser la viva imagen de un corresponsal de guerra. Pero más allá del look, tenía esa cualidad que marcaba la diferencia: una curiosidad infinita. Desde siempre tuvo claro que viviría (y quizá moriría) por contar esas (otras) historias.
Años más tarde, estando en casa, ya metida en la cama y con el edredón hasta la cejas, recibí una llamada en mi móvil. Era David. Estaba en Irak, en mitad de la nada, pero se había acordado de mí y me llamaba para preguntarme cómo estaba. Así era Beriáin, un tipo con pinta de duro, pero que tenía el corazón enorme.
«¿Merece la pena jugarse la vida?», le preguntaron una vez en una entrevista.
«Absolutamente, me considero un privilegiado. No voy solo para que la gente conozca esa realidad. Voy para aprender yo, porque necesito hacer preguntas, porque siento una curiosidad quemante por hablar con esas personas», contestó.
Esas mismas ganas de contar historias y formular preguntas le llevaron a especializarse en el periodismo de inmersión y lo hizo en Irak, Afganistan, Colombia, Sudán... y Burkina Faso, donde ha sido asesinado, junto al cámara Roberto Fraile, mientras grababan un documental sobre la caza furtiva en la zona.
Marie Colvin, la gran reportera de guerra de 'The Sunday Times' escribía así sobre la profesión de reportero, esa que David tanto amaba:
«Ir a estos lugares, descubrir lo que está sucediendo, es la única forma de llegar a la verdad. No es perfecto, es un borrador de la historia. Pero los historiadores pueden llegar más tarde. Ves cómo ocurren tales injusticias y, como reportero, tienes la oportunidad de contárselo a la gente. No voy a una guerra pensando que tengo que probarme a mí misma que soy valiente. La valentía es secundaria. La verdadera dificultad es tener la suficiente fe en la humanidad, como para creer que a alguien le importará».
Y David Beriáin nunca perdió la fe.
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