Los claveles de la libertad
Las dictaduras no se olvidan fácilmente, y la prueba la ha brindado estos días la euforia popular con que los portugueses celebraron el cincuenta aniversario ... de la denominada Revolución de los Claveles, el golpe de Estado que el 25 de abril de 1974 puso fin a las más de cuatro décadas de a quien habían estado sometidos: el régimen implacable de Oliveira Salazar. Y ello a pesar del tiempo transcurrido desde aquella mañana memorable, en que un grupo de jóvenes oficiales de las fuerzas armadas, procedentes de las guerras para salvar lo último del imperio colonial que el país habia tenido en África, se rebelaron y en pocas horas abrieron a la sociedad a la libertad y la democracia.
El tránsito político entre los dos sistemas no fue fácil, hubo un breve período de transición, fruto de la improvisación e inexperiencia política de los golpistas, pero después de unos meses de caos la intervención decidida del general Ramalho Eanes consiguió restaurar el sistema democrático, que existía en Europa con la única excepción de la dictadura franquista, que se mantenía en píe en España como el último residuo de la guerra civil y las raíces fascistas que habían triunfado. Lo que estaba ocurriendo en Portugal aquellos días tuvo una fuerte repercusión en las relaciones entre los dos países, lo que concluyó felizmente cuando ambos entraron a formar parte de la Unión Europea.
Los militares golpistas estaban inquietos, ante la duda que planteaba la reacción de España y sus tropas si actuaban contra ellos en función del Pacto Ibérico, que mantenían los dos dictadores como sistema de protección mutua. Pero tras las supuestas dudas, nunca confirmadas, no llegó a activarse. En lo que se refiere a España, la influencia de la revolución portuguesa fue enorme. La sociedad enseguida se percató del ejemplo vecino y de la necesidad de forzar una evolución política del nuestro país. Decenas de millares de españoles improvisaron viajes a Portugal para ver lo que estaba ocurriendo, y en muchos casos para sumarse a las manifestaciones de euforia que se continuaban repitiendo a diario por todo el país. El movimiento militar de la UD, que mantenía ideas similares a las de sus colegas portugueses, no llegó a cuajar, sus miembros acabaron en prisión, pero la convicción de que España no podía ser la última dictadura europea sí prendió entre la gente, y abrió el paso a una generación de políticos, encabezados por el Rey Juan Carlos I, que lo consiguieron.
La dictadura española tenía sus orígenes en la guerra y sus fundamentos eran militares. Por eso la democracia tropezó con más obstáculos, cuyo recuerdo más notable fue el intento de golpe de Tejero. La portuguesa, en cambio, tenía carácter civil y sus restos desaparecieron en cuestión de días. En seis años en que viví en aquel país tan próximo como corresponsal, tratando con todo tipo de personas, puedo asegurar que nunca encontre a nadie que reflejase o expresase nostalgia de la etapa salazarista, que no dejó ni un solo recuerdo memorable.
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