Dopamina social
Dice el psiquiatra Daniel Z. Lieberman, que una persona que se siente querida está más protegida en el mundo y conseguirá más cosas. Lieberman es ... autor del libro 'Dopamina'. Lo escribió, cuenta, para poder explicar a sus alumnos universitarios qué escondía esta molécula capaz de «lo peor y lo mejor del ser humano». Durante años la dopamina formaba parte del llamado 'cuarteto de la felicidad', integrado por la endorfina, serotonina, dopamina y oxitocina. Pero con el tiempo y los estudios de investigadores como Lieberman, la dopamina muestra caras menos amables: sentimos los efectos de la dopamina cuando queremos algo, pero no cuando lo conseguimos. Y es una diferencia fundamental. Sentimos deseos, por ejemplo, de comprar un coche. Lo compramos, pero, una vez con el coche en nuestro garaje, la dopamina se desconecta y la felicidad no llega. Lieberman ha observado también que sociedades como la estadounidense, además, son cada vez menos tolerantes a la frustración. Supongo que en Europa también, aunque eso ya es de mi cosecha.
Frustración y dopamina no parecen buena combinación, pero cambiar la dinámica social se antoja un camino largo y duro. Lo peor de todo, siguiendo a Lieberman, es que desde el punto de vista evolutivo somos, asegura, animales heridos. La cultura moderna tiende a aislarnos, entrando en juego factores tan poderosos como las redes sociales, que nos evitan algo básico: el contacto físico. Se puede comprobar, explica Lieberman, en las personas mayores que retoman actividades con los otros, recuperando vitalidad.
Ahora que parece que la pandemia comienza a tener visos de rutina, deberíamos ver qué hacemos con las consecuencias de tanta soledad obligada
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