La educación aumenta, la instrucción disminuye

Según se comprueba en el documento presentado al Consejo de Ministros, los creadores de la LOMLOE están orgullosos del contraste entre los (supuestos) efectos beneficiosos de su ley y los (supuestos) efectos perjudiciales de la LOMCE, aprobada mientras gobernaba el PP y que ahora se deroga. Lo cierto es que frente a esa apariencia de ruptura, las directrices de la LOMLOE profundizan en tendencias que no han hecho más que consolidarse desde hace 20 años, independientemente del signo político del Gobierno de turno. Las líneas que esas directrices determinan pasan por la depreciación de los contenidos en favor de los procedimientos, las actitudes y la practicidad. Se sigue destruyendo lo que la enseñanza tiene de instrucción (instruere significa erigir, construir) y radicalizando lo que tiene de educación (ducere significa conducir, guiar).

Por supuesto, el 'culto pedagógico' -feliz expresión de José Sánchez Tortosa- nunca se cuestiona: la culpa de los males de la enseñanza está en cualquier sitio menos ahí. El secretario de Estado de Educación ha afirmado que se debe reducir el exceso de información que reciben los alumnos, algo que en la web del ministerio se llama despectivamente enciclopedismo, como si las enciclopedias fuesen malas. Nunca se alude a la dispersión de la información, la proliferación de recursos estúpidos y la burocratización de la docencia. Cuando un libro de texto consiste en páginas llenas de colores, recuadros, dibujos y diagramas, lo milagroso es que se aprenda algo y lo de menos es que la información sea mucha o poca. Una buena entrada de una enciclopedia clásica, con su estructura narrativa convencional dotada de principio y final, enseña más que cien libros de texto pedagógicamente certificados.