Me enfado y no respiro, nivel ejecutivo
Según se desprende de las explicaciones del bufete Martínez-Echevarría, ni un clip ha debido de poner Rivera en los dos años que ha estado en él
'19 días y 500 noches'. Así se titula una de las canciones más populares de Joaquín Sabina y que bien podría dar título al ... culebrón que protagoniza Albert Rivera con el bufete donde constaba como presidente ejecutivo, el despacho Martínez-Echevarría, al que se incorporó en marzo de 2020, tras el descalabro de Ciudadanos en las últimas elecciones generales. No pongo 'trabajaba' porque sería absurdo, teniendo en cuenta que este divorcio laboral, con visos de acabar como los de las grandes estrellas del celuloide, se debe a que la empresa considera que el muchacho no hacía nada. ¿Nada? Al parecer, así es. Nada de nada. Según se desprende de las explicaciones de la compañía, ni un clip ha debido de poner en los dos años que ha estado allí.
Rivera se defiende y asegura que él se marcha y renuncia (junto con su número dos, José Manuel Villegas) por incumplimientos contractuales y porque les apetece buscar nuevos retos, pero desde el bufete no lo ven así. Ellos les llamaron la atención en varias ocasiones, porque la baja o nula productividad de ambos estaba alcanzando niveles preocupantes y creen que lo de Rivera y Villegas es una huida. Irse antes de que los echen. Un 'me enfado y no respiro', pero a nivel ejecutivo.
Y les decía que todo este asunto bien podría titularse como la canción de Sabina, si a esta le cambiamos los días por las noches, porque 500 días por año trabajado es lo que Rivera pide como indemnización por su marcha. 500 días. Una barbaridad, ¿no les parece? A mí, desde luego, se me antoja una petición totalmente fuera de lugar, muy exagerada, sobre todo si tenemos en cuenta que en nuestro país, gracias a la reforma laboral no derogada de los populares, que a él mismo le parecía tan bien en su día y que tanto trabajo y riqueza iba a crear, solo le corresponden 20. Imagino, no obstante, que la petición de 500 días es una estrategia para que en futuras negociaciones, si las hay, esa cifra se reduzca y conseguir un buen dinero.
Lo extraordinario de esta petición, al margen del número ingente (me encanta esta palabra) de días exigidos, es la propia exigencia, ya que, en principio, salvo que tengan firmado algún tipo de acuerdo del que no tenemos aún conocimiento (tipo los deportistas o similar), a Rivera y a su segundo ni siquiera les corresponderían los 20 días, ni los 19 de la canción, por año trabajado. Si ellos se marchan voluntariamente, no hay compensación; si les hubieran echado por -pongámoslos en términos llanos- vagos, tampoco, ya que sería un despido procedente.
500 días. Es que cada vez que lo leo, no puedo dejar de pensar que este muchacho, como muchos otros, vive en un mundo alternativo habitado solo por elitistas, que se creen tan por encima de todos nosotros que ni siquiera se molestan en aparentar que hacen algo de provecho, lo que sea, o que tienen un poquito de interés. Y no sé cómo se resolverá este asunto, aunque me temo que el bufete cederá y les procurará algún tipo de indemnización para quitárselos de encima, porque aquí, en España (no sé si ocurre en otros países), somos muy de ascender a los inútiles para, oye, que molesten a otro.
Pronto veremos, de todas formas, a Rivera en otro bufete o en una empresa de cazatalentos o en el PP, que ese se supone, dicen, era su destino antes de toda la polémica que se ha montado, donde continuará con su vida de lujos sin dar un palo al agua. Y como él, otros. Gente de escasa valía (si la tienen, por favor, demuéstrenla) que se valen de los puestos que han tenido en política para medrar. Fíjense, si no, en los consejos de administración de algunas empresas; en los asesores, mentores, adjuntos, directores, supervisores, presidentes ejecutivos o guías que tienen; en lo que hacen y en cuánto cobran. Y fíjense, también, claro, de dónde vienen. Esa es la parte más interesante.
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