Evocación mateína
PLAZA MAYOR ·
Mañana es San Mateo, el día mayor de las fiestas de Oviedo. En esa fecha del año 1960, José Manuel Villar, el auténtico Virepeño, cabal ... y entendido aficionado a los toros,y a la sazón tipógrafo, y el arribafirmante, también de confesión taurófila y entonces estudiante de Comercio, viajamos a la capital en autostop. Nos llevó un abogado de Gijón, cuyo nombre no recuerdo, en un Sunbeam descapotable, matrícula de Tenerife. Tras frugal comida, consistente en un bocadillo de anchoas por cabeza, nos las arreglamos para entrar de magullu en el coso ovetense de Buenavista, donde Diego Puerta, Victoriano Valencia y Antonio Ordóñez se anunciaban con reses de Pérez Angoso. El hijo del Niño de la Palma acabaría siendo despedido con lanzamiento de almohadillas, contundente muestra de desagrado que no alteró la impavidez del diestro al abandonar la plaza, desde cuyo tendido de sombra, según nos ilustró un espectador indígena al parecer bien informado, presenció la función, luciendo llamativo vestido verde, una diva, Gianna d'Angelo, que actuaba en la temporada de ópera del Campoamor. Para volver a Gijón en el tren rápido procedente de Madrid sacamos billetes de tercera, pero ocupamos un departamento de primera que estaba vacío, y con la luz apagada eludimos el encuentro con el interventor en ruta y así, viajeros furtivos, pudimos poner pie sin novedad en la gijonesa estación del Norte.
Esta evocación mateína permite constatar que, transcurridos 61 años, ya no es posible repetir ahora aquella experiencia, porque el autostop ha desaparecido prácticamente como medio de transporte, Renfe suprimió la tercera clase desde 1967 y en Oviedo ya hace 14 años que no hay toros. Ni los habrá mientras Alfredo Canteli sea alcalde, según ha proclamado, mandón, él mismo, ahí queda eso. La presidenta y demás jerarquías del PP asturiano, incluido el jefe de la formación conservadora en Gijón, no han dicho ni mu ante el pronunciamiento taurófobo de la autoridad municipal carbayona, ocupados como están, todas y todos, en defender a tres turnos -con la ayuda de sus satélites del planeta de los toros- la permanencia de la tauromaquia en el municipio gijonés, donde pintan poco desde el punto de vista político por ahora. En cambio, en la capital tienen el mando, pero lo usan para darle la puntilla a la fiesta brava. Los hechos son así de tozudos.
Se ve que Canteli es mucho Canteli. Tanto, que con motivo de la reforma del Estatuto de Autonomía de Asturias ha reactivado la exigencia de que en el texto legal conste un reconocimiento expreso de la capitalidad de Oviedo, que ya se puede dar por hecho, porque Barbón lo considera justo y oportuno. El asunto dista mucho de ser trivial y merece un seguimiento atento, un escrutinio riguroso y permanente. Si se considera que la capitalidad constituye una carga por la que Oviedo debe tener algún tipo de compensación, desde la periferia es deber insoslayable salir al paso de esa mistificación e impedir un agravio comparativo. La capitalidad se traduce en abundancia de empleo estable y bien remunerado, ingresos sólidos, fijos, fuente de bienestar social. La Administración autónoma es el principal empleador de la región y esa característica tiene elocuente reflejo en Oviedo, sede del Gobierno regional, así como de la Administración Periférica del Estado y la Universidad. Todo ello significa empleo público, preponderante en una población de 219.910 habitantes, que serían muchos menos si no se contara con los puestos de trabajo sostenidos con recursos del erario. Por tanto, ser sede de la Administración Pública no tiene más que ventajas. Si no se entendiera así, sin duda habría muchos municipios asturianos dispuestos a acoger los organismos y dependencias que se les ofrecieran. Gijón, donde residen 271.717 personas, más de la cuarta parte de Asturias, cambiaría la contaminación de Arcelor y el vertedero donde se recoge la mierda sólida de toda Asturias por confortables oficinas ocupadas por miles de funcionarios bien pagados y con el salario garantizado de por vida, libres de eres y descarbonizaciones. El Estatuto de Autonomía, cuyos objetivos, entre otros, deben ser la descentralización en la toma de decisiones políticas y la desconcentración de servicios, para acercarlos al ciudadano, tendría que servir de freno moderador de la fuerza centrípeta de Oviedo, que este año le ha arrebatado a Villaviciosa la sede del Instituto de Productos Lácteos de Asturias.
El buen feeling entre Canteli y Barbón es mal síntoma para Gijón. El presidente del Principado ejerce de vecino de Oviedo y es un extraño en Gijón -como lo fue su antecesor, aunque estuviera avecindado en Somió- donde sus apariciones esporádicas, en actos para la galería, sin verdadero calado político, no auguran nada bueno. Vistas así las cosas, resulta inevitable tener la impresión de que Barbón barbonea al principal municipio de la región que gobierna. Malo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión