La hacedora del sanchismo

La dimisión por razones personales (salud, dedicación a la familia, etcétera) es un argumento recurrente en la política de nuestro tiempo. Al pretextarlo se transmite el mensaje de la voluntariedad: nadie le cesa en el cargo, ni tampoco existieron presiones externas. Las razones personales impiden especular con discrepancias políticas como causa de la decisión. Dimitir por salud, hijos, etcétera, cierra las puertas al conflicto y minimiza los costes del relevo en el cargo antes de finalizar el mandato.

La salida de Adriana Lastra de la dirección federal del PSOE tiene como telón de fondo el descalabro electoral en Andalucía. Cualquier derrota en las urnas, y más si es por goleada, exige la búsqueda de responsables. En el presente la necesidad de señalar culpables es más acentuada, porque Pedro Sánchez, por definición, nunca comete errores.

A partir de ahí se fueron filtrando noticias sobre tensiones entre La Moncloa y Ferraz. A ello se sumaron las discrepancias dentro de la propia sede del partido que ya se venían arrastrando desde hace un año cuando fue elegido secretario de organización (número tres del partido), Santos Cerdán, en sustitución de José Luis Ábalos.

En este asunto hay que tener presente un pequeño detalle: el vicesecretario está por encima del secretario de organización, pero la vicesecretaría no tiene funciones tasadas, mientras que el secretario de organización tiene las mismas competencias específicas en todos los partidos.

Desde una perspectiva más amplia, Adriana Lastra había empezado a perder poder cuando tuvo que dejar la portavocía del grupo parlamentario socialista en el Congreso de los Diputados.

El desdichado malentendido en la negociación de la reforma laboral, dando por buena la exigencia de Bildu de derogar íntegramente la reforma aprobada por el Gobierno de Rajoy, y su inmediata rectificación tuvieron un coste que pagó la vicesecretaría general perdiendo el control del grupo parlamentario.

Aunque ya quedó muy atrás, para ser justos digamos que es muy difícil de creer que Lastra diera por buenas las pretensiones maximalistas de Bildu sin que alguien por arriba le diera el visto bueno. Recordemos: el líder de los socialistas nunca se equivoca.

El adiós de Adriana Lastra y su conversión en diputada de a pie en el Congreso de los Diputados cierran una época en el 'sanchismo', iniciada en 2016 cuando Pedro Sánchez es arrojado a las tinieblas por el Comité Federal del PSOE. En la recuperación del poder interno, el principal apoyo de Pedro Sánchez fue Adriana Lastra. Luego se sumaron Ábalos y otros, pero en el momento de mayor soledad, a Sánchez le animaron su mujer, la secretaria y Adriana Lastra.

Posteriormente, en la batalla de las primarias, en las que derrotó a Susana Díaz y a Patxi López, la organización socialista asturiana jugó un papel muy destacado. En la tierra de Javier Fernández, presidente de la comisión gestora del partido y presidente del Principado, la victoria de Sánchez fue más holgada que en el resto de España.

Antes del cisma interno en el PSOE (1º de octubre de 2016) Adriana Lastra había explicitado un discurso crítico en el comité autonómico asturiano contra la forma de hacer política de Javier Fernández en la FSA. Como me dijo, entonces, un dirigente socialista muy cercano a Fernández, «el discurso de Adriana fue el más significativo de los pronunciados en el comité regional en los últimos diez años».

Cuando hubo que ordenar la nueva FSA, Adriana Lastra optó por el liderazgo de Adrián Barbón y desechó los planes de bicefalia que estaban esbozados, con la inclusión de Enrique Fernández.

La dimisión de Lastra es un golpe muy duro para el presidente Barbón, por la gran sintonía entre ambos, y por ser el elemento diferencial con el que contaba el Principado a la hora de tener interlocución en Madrid.

Pedro Sánchez clausura etapas mostrando que todos los colaboradores son contingentes. Meros planetas que orbitan en torno al sol.