Por el porno hacia la dictadura
Los hábitos digitales optimizan la distracción y la compulsión, lo que nos lleva lejos de la reflexión. Millones de vídeos cortos , memes, noticias falsas, basura generada por IA... todo conduce a terminar mentalmente en el cesto de la ropa sucia
Sin información sólida, uno no puede tener un criterio, ergo sus decisiones sobre la realidad pueden ser equivocadas. Los medios tradicionales están en caída libre: ... en Estados Unidos 'The New York Times' sólo llega al 8% de la población, y 'The Washington Post', al 3%. Mientras, tenemos podcast de indocumentados tipo Joe Rogan con 14 millones de seguidores, o un señor llamado Elon con una herramienta renombrada X que le permite llegar a 200 millones. Y la juventud ya no comprende el gesto de abrir un periódico de papel o de ver una cadena nacional de televisión, porque tienen Youtube, Instagram, Tiktok, con sus respectivos influencers.
En todos los países ha caído el interés por la información. Según un estudio de la universidad de Oxford sobre 47 países, sólo Finlandia mantiene su pasión por informarse. En España, el 33% de los ciudadanos confía en las noticias, frente a un 40% que desconfía, y un 37% que evita exponerse a ellas. No hay un solo medio que sea ampliamente percibido por la población como confiable, lo que no quita para que las redes sociales crezcan como fuente básica de información. Y estamos hablando de un medio que, en la mayoría de los casos, carece de códigos deontológicos o estándares de verificación, lo que nos dejaría a los pies de los caballos. Cierto es, como decía Freud, que existe tan poca verdad al ciento por ciento como alcohol puro, pero entre atender a un señor con una gorra de los Lakers en Instagram o leer 'Le Monde' o 'The Atlantic', siempre ha habido diferencia.
Según los últimos informes sobre el tema, el nivel de alfabetización y comprensión ha ido descendiendo en la pasada década, especialmente entre los más pobres. En el 'Financial Times' contaban también cómo el consumo de noticias se hacía mayormente a través de las pantallas, evitando los textos densos en favor de las imágenes y los vídeos cortos (leer los santos, que se decía antes). Otros estudios han asociado las pantallas al trastorno de déficit de atención e hiperactividad de los adolescentes, cosa que también afecta a los adultos. En las escuelas y universidades cada vez se asignan menos libros completos a los alumnos, porque sencillamente no son capaces de acabarlos (hay una encuesta tremenda que asegura que la mitad de los estadounidenses no leyó un solo libro en 2023, lo que vendrían a ser 170 millones de personas). Si lo vamos mezclando todo: las fuentes espurias; la incapacidad de concentración, lectura y razonamiento; la manipulación y la propaganda, vemos cómo, poco a poco, va conformándose una pesadilla de Brueghel el Viejo. Y, por supuesto, una brecha entre los ciudadanos, un abismo de desigualdad, una bifurcación entre los que toman la píldora roja y los que no pueden más que tomar la píldora azul.
La lectura en condiciones, algo de pensamiento con Paul Feyerabend, una novela de François Mauriac o Juan Marsé, unos poemas de Rafael Cadenas, un reportaje largo de 'The New Yorker', reconfigura el cerebro, aumenta el vocabulario, hace trabajar al hemisferio izquierdo, perfecciona la comprensión y el pensamiento profundo. Todo esto hizo posible la democracia, la ciencia, la libertad de expresión.
Sin embargo, los hábitos digitales optimizan la distracción y la compulsión, lo que nos lleva lejos de la reflexión y el tiempo necesario para ello. Millones de vídeos cortos, memes, noticias falsas, basura generada por IA… todo nos conduce al consumo de chuches, a terminar mentalmente en el cesto de la ropa sucia. Y esto, que es general, se cebará con las capas socioeconómicas más desventuradas, porque, como decían Les Luthiers, el que nace pobre y feo tiene grandes posibilidades de que al crecer se le desarrollen ambas condiciones. Daños cognitivos que afectarán a la memoria, al procesamiento, a las habilidades lingüísticas, a los niveles de atención. Tomar decisiones en estas condiciones te puede llevar a pensar que Cocomelon es un buen candidato para la presidencia, si te lo venden de la forma adecuada.
Las élites ya están controlando el tiempo que su descendencia dedica a las descargas inmediatas de dopamina, esto es, los sacan fueran de aquella jaula de hierro de la que nos advertía Max Weber, que eliminaba lo sublime y convocaba el nihilismo. Mientras los futuros amos disfrutan de las bibliotecas prohibidas, con la claridad cognitiva suficiente para leer 'La fortuna de los Rougon' de Émile Zola, los electorados, cada vez menos alfabetizados, serán más tribales, menos racionales, desinteresados de los hechos y de la historia.
Con las cabezas desconectadas, serán propensos a teorías conspirativas, a ideas fantásticas, a la ingeniería social de oligarcas y políticos que plantearán las cosas de tal manera que nadie podrá criticar, cuestionar u oponerse a sus programas medievales. Nadie querrá un análisis calmo y pormenorizado, sino un insulto en las redes a la tribu rival. Y así tenemos el declive de una civilización, masas manipulables, y una cantidad cada vez más grande de gente que piensa que la democracia ya no es operativa.
Vídeos subidos en un minuto a Tiktok para explicarnos complejas causalidades geopolíticas. Reportajes hechos en una tarde con IA para panfletos digitales. Algoritmos personalizados que eligen tu realidad. Vídeos publicitarios, memes políticos, influencers que te aconsejan cómo ser un 'criptobro' y forrarte, montajes musicales llenos de dibujos animados para analizar «en profundidad» la guerra de Ucrania… Te cambio los detalles por la brevedad y el entretenimiento, te lo pongo todo más simple, más cómodo, con notificaciones y alarmas para que no tengas un segundo en el que poder pensar. Una generación Z enganchada al consumo rápido, que cree que noticia es «todo lo que es nuevo» y que «no tienen tiempo para leer el periódico como hacían sus padres». A este paso, pueden acabar teniendo sólo capacidad para ver vídeos porno, siempre y cuando no haya más de dos comitentes en la cama, y las posturas no sean demasiado extravagantes.
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