Yellowstone
Esta serie es como una Contrarreforma, una defensa desprejuiciada de esos valores que ahora nos quieren convencer de que son reaccionarios: la lealtad, la familia, la amistad, una pelea a puñetazos de vez en cuando para defender la hombría....
Yo estoy contra el progreso. Yo soy el muro contra el que se estrellará. Y no soy yo quien se va a romper» (John Dutton). ... Tengo otra frase: «Nadie tiene derechos. O se lucha por conseguirlos o se lucha para que no te los quiten» (John Dutton). Dos más: «Este anillo significa que me tienes, que soy tuya. Significa ven a vivir tu vida conmigo. Lo único que te pido es que me sobrevivas para que no tenga que vivir un día más sin ti» (Beth Dutton) / «Ojalá volvieran a la vida para poder matarlos de nuevo» (el gran Rip Wheeler). En los primeros capítulos de la serie 'Yellowstone' dudaba entre seguir o dejarlo como en 'Succession', porque en ocasiones tenía un aire a culebrón. Odio las series sin contenido, basadas sólo en giros y acción (mi última decepción: 'Érase una vez en el Oeste'): necesito diálogos inteligentes, tramas complejas que no apunten exclusivamente a mis endorfinas. Lo único que me mantenía pegado a la pantalla era la dialéctica, las pequeñas epifanías de los diálogos que, poco a poco, se fueron imponiendo a las primeras tentaciones de convertirlo en un 'Dallas' rodado en Montana.
Las diferencias entre el sermón y la dialéctica es la misma que entre Mateo Alemán y Cervantes. Don Miguel utiliza a Quijote y Sancho para ofrecernos un espectáculo de contrapunto: charlas, discusiones, enfrentamientos, dilemas… todo entreverado, contradicho, idealizado… Una mayéutica socrática ya desarrollada por Bogart y la Bacall, por el príncipe Andréi y Bezukhov, por Petrovich y Raskolnikov (sin olvidar el maravilloso diálogo de los perros de don Miguel). En 'Yellowstone' tenemos la figura casi teocrática de John Dutton, los traumas no resueltos de Beth y su rivalidad con Jamie, esa figura trágica y romántica de Rip (el mejor personaje, en mi opinión), el hijo pródigo Kayce, y su mujer, Mónica, una 'agonías' woke, villanos que son gente mala de verdad, etc. Los diálogos iban haciéndose mejores a medida que la serie avanzaba, hasta que me di cuenta de que el guionista era Taylor Sheridan, quien también escribió el guion de una de mis películas preferidas, 'Comanchería' (David Mackenzie, 2016), con Jeff Bridges haciendo uno de los papeles de su vida (uno más).
La trama se resume rápido: el rancho Dutton se enfrenta a la modernidad, que quiere alojar en sus tierras estaciones de esquí, chalés, urbanizaciones, y crear puestos de trabajo y una pista hacia el siglo XXI. El problema es que su dueño, el pater familias, John Dutton, tiene una mentalidad decimonónica. Y cuando hablo del siglo XIX americano, hablo de matar gente sin despeinarse, de unos valores berroqueños (unos loables, otros que meten miedo), y que no están afectados por Instagram o Tiktok (todo una mariconada en la mente del patriarca). A partir de aquí, la dialéctica puesta al servicio de unos valores que avanzan como una locomotora contra todos los clichés izquierdistas y woke que han contaminado hasta la náusea y el ridículo muchos productos artísticos de los últimos tiempos (véase la versión 2025 de 'Blancanieves'). 'Yellowstone' es como una Contrarreforma, una defensa desprejuiciada de esos valores que ahora nos quieren convencer de que son reaccionarios: la lealtad, la familia, la amistad, una pelea a puñetazos de vez en cuando para defender la hombría, la denostada masculinidad... A veces, se les va la mano, está claro, por meras cuestiones dramáticas; pero, otras, respiro cuando veo la gallardía del western, las reglas no escritas entre los hombres (sí, a veces hay que soltar una hostia: es lo que hay), esos paisajes tan indómitos de Montana que recuperan la grandeza de la frágil condición humana enfrentada a la naturaleza, sin maquillaje ni redes sociales.
La serie no renuncia a escudriñar la podredumbre de los protagonistas, la maldad, incluso, pero yo me siento redimido al ver a Rip «hacer lo que un hombre tiene que hacer» (John Wayne dixit); o cuando John Dutton nos dice verdades diabólicas, pero que, a pesar de su dureza, no puedes más que asentir; o cuando Beth suelta una de esas burradas con las que te ríes un montón. Por su parte, Kevin Costner, entre sorbido y sorbido nasal, parece abonado al neowestern, con su también excelente 'Horizon', y aunque sus productos puedan a priori parecer una defensa de valores patriarcales, siempre son defensas con sorpresa dentro: mujeres que no necesitan hacer declaraciones feministas porque ya se defienden a base de cañonazos (tanto las hetero como las sáficas); 'über menschen' que tienen que lidiar con sus traumas y complejos; indios que no dan la turra conque son minoría porque ya se ocupan ellos de tener éxito para blindar su espacio; cerriles rancheros que esconden un sentido homenaje al ecologismo… O sea, arte como tiene que ser: con varias y complejas lecturas.
Gramsci decía (aunque creo que la frase es anterior) que el viejo mundo se muere y el nuevo no acaba de nacer, y en ese interregno surgen los monstruos. Esa es la tensión en la que se mueve 'Yellowstone', aliñada con rifles Winchester, la cultura del caballo, el hombre Marlboro, paisajes dramáticos, cerveza Coors y bourbon Bulleit, y una ambigüedad que es lo que realmente mantiene a flote la serie. Los protagonistas no son buenas personas; algunos, como Rip, son capaces de llevarte a dar un paseo del que no vas a volver ('the train station'), pero es inevitable no dejarse arrastrar por las aventuras de la familia Dutton con sus aliados o enemigos, que pueden ser los mismos dependiendo de los intereses del patriarca. De momento, llevo tres temporadas, y no sé si la cosa decaerá hasta lo lamentable como le pasó a 'Peaky Blinders', o me dejará con ganas de más como 'Mindhunters'. En todo caso, cómo no suscribir esa frase de Beth: «Creo en amar con toda tu alma y en destruir todo lo quiera matar lo que amas. Eso es todo. Eso es todo lo que hay».
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