Zeitgeist
Europa tiene un mercado interior poderoso, una moneda fuerte, mano de obra cualificada y una innegable tradición militar que está obligada a recuperar. Debe comprender el momento histórico, y pensar estratégicamente, con una dirección política clara
Contra la idea del fin de la historia, tenemos la historia misma, que, hegelianamente, no se detiene, aunque no sepamos a ciencia cierta si vamos ... hacia un mayor autoconocimiento y la libertad universal. Más bien, la cosa es definida mejor por los romanos, que pensaban que la historia podía ir hacia atrás con la misma velocidad que eran capaces de alcanzar sus legiones. Una visión entre pragmática y pesimista, pero es que los romanos no se autoengañan. Como confirmando su visión, el mundo actual es una causa general contra todo lo que dábamos por supuesto. El repulsivo Trump no es más que el síntoma de una época, el destilado de muchos factores que llevan fungiendo durante algunas décadas.
Trump quiere acabar con su monstruoso déficit, reindustrializar el país, y ello implica arrancar algunas cabelleras, entre ellas las europeas. Los aranceles, el fin de la globalización, 'fait acompli', no cabe llanto ni crujir de dientes (veremos qué dicen los gringos cuando sus iphone 'made in America' cuesten 3.400 dólares). O cumplimos o nos retiran el escudo militar, o financiamos al imperio o vamos a vender nuestros vinos a los nigerianos. Los europeos, acostumbrados como Tolstói desde pequeños a que mandasen lavar la ropa blanca a Holanda y a tener un sirviente de nuestra misma edad para toda la vida, nos escandalizamos cuando James Donald Vance vino en febrero a darnos aquel sermón. Muchos se quedaron en estado de shock, pero no era más que el eterno baño de realidad. De nuevo, podemos recurrir a los romanos, cuando cuenta Dión Crisóstomo, en vísperas de la confrontación entre romanos y dacios: «Llegamos adonde había unos hombres emprendedores que no tenían tiempo para escuchar sermones, sino que estaban agitados y turbados como caballos de carrera…».
Eso mismo: los europeos no tenemos tiempo para escuchar sermones. En la cola para mandar están Arabia Saudí, la India, Rusia, China. Ya están forjando nuevas alianzas con Hispanoamérica y con los africanos. Y países como Indonesia, Filipinas, Turquía, Brasil, Singapur, Vietnam… jugarán en varias mesas, sin casarse con nadie. Entremedias, Estados Unidos, en su paseo de elefante, que se lleva por delante el libre comercio, la inmigración y la descarbonización, está alterando las estructuras mismas de la República, tirando cada vez más de órdenes ejecutivas, y veremos si se cumplen las peores pesadillas de los Padres Fundadores respecto a una monarquía americana. Por Trump, la OTAN, el FMI, la ONU, el Banco Mundial, la OMS, todos pueden irse por la Cloaca Máxima, ya que el Imperio Americano se parece a lo que decía Nosferatu en su última versión: «Yo sólo soy un apetito. Nada más». ¿Cuáles son las posibilidades de Europa en estas condiciones? Fácil: de nuevo, hay que mirar a los romanos.
El Haz romano, símbolo del poder en la Urbe, son muchos tallos frágiles bien atados que los hace extremadamente fuertes. Europa tiene un mercado interior poderoso, una moneda fuerte, mano de obra cualificada, y una innegable tradición militar que está obligada a recuperar. Europa tiene a mano los aranceles a las tecnológicas gringas, que pueden hacer mucha pupa. Europa debe comprender el momento histórico, y pensar estratégicamente, con una dirección política clara, e invertir en sí misma, pero, sobre todo, en una mayor cohesión social. Integración política, consolidación del mercado único, unión fiscal y del mercado de capitales, nuevas estructuras. Esto es fácil de decir y muy difícil de hacer, soy consciente. Nuestra respuesta a la realidad está siendo lenta e insuficiente, pero los enemigos no se eligen ni se ignoran, son ellos los que te designan, y los tendrás enfrente, quieras o no. La otra opción, hacer cada uno la guerra por su cuenta, nos llevará a la frase de aquel patriota americano durante la guerra de independencia contra los ingleses: «Si no luchamos juntos, nos ahorcarán por separado».
Las peleas entre las élites han existido siempre. Sin embargo, lo que marca la decadencia de una civilización es la incapacidad para ir más allá, y cuando el proyecto se trata de vencer sólo al rival inmediato, sin contemplar el contexto donde combates, eso te hará perder el foco y ser aplastado por el elefante que estaba en la habitación y te negabas a contemplar (y lo peor es que el elefante te echa un sermón antes de machacarte). Mientras los europeos seguíamos inmersos en nuestra fantasía consumista y pacifista, los chinos producían lo que comprábamos, los gringos nos colocaban la tecnología militar, los rusos nos vendían el gas para mantener caliente el saloncito donde charlábamos sobre lo superiores que éramos. En estos momentos, Europa, sus valores, su cultura, su libertad, están bajo asedio. Los tecnócratas del comercio, los gurús tecnológicos y las castas guerreras tendrán que llegar a un acuerdo. Cohesión, alianzas, dureza, capacidad de atracción. Las izquierdas y las derechas europeas se hallan en la obligación de darse algo parecido al abrazo de Vergara y colocar la Res Publica en una sola dirección. No hay otra.
Una última acotación: para este artículo he usado varias fuentes, pero la principal ha sido el ensayo de Esteban Hernández, 'El nuevo espíritu del mundo' (Deusto), que cuenta bien los problemas y sus raíces. Las brechas de la globalización, el declive de la clase media, el paso de la economía material a la inmaterial, la cremación del sueño americano, la influencia de la mentalidad protestante en la economía, el neoliberalismo, la forma en que Silicon Valley ha cambiado la manera de informarse… Tenemos muchos nombres, F. D. Roosevelt, Friedrich Hayek, Ayn Rand, Isaiah Berlin, Ronald Reagan, Bill Clinton, Peter Thiel, Elon Musk… Todo nos ayuda a comprender el zeitgeist del mundo. Alberguemos la esperanza de que aún estemos a tiempo de hacer lo que tenemos que hacer.
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