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Suelo utilizar con frecuencia esta expresión por la que entiendo que quien se fue para siempre trabajó hasta el último momento de su vida, que ... pese a que la enfermedad trató de doblegarlo no lo consiguió hasta llegado ese punto en que el ser humano más resistente tiene que claudicar, que dejarse vencer. Y así sucedió con el papa Francisco, que dos días antes de su muerte, haciendo de tripas corazón abrazó niños, estuvo en algunos actos litúrgicos de esa Semana Santa que tanto significa para la Iglesia y se hizo visible en su papamóvil. Se fue supongo que con la tranquilidad de haber cumplido con su deber. No suelo ocuparme, y tampoco preocuparme, por las cosas del Vaticano, pero este papa me caía muy bien y servida la información en todos los noticiarios desde su ingreso hospitalario, pues seguí un poco su evolución, desde el punto de vista del ser humano que lucha por sobrevivir. Me viene a la memoria la pregunta que le hizo una periodista (probablemente poco procedente dado que su estado hablaba por él): «¿Cómo piensa pasar la Pascua?». Su respuesta literal: «Como pueda». Es decir, en román paladino. No hacían falta muchos esfuerzos para darse cuenta de que el papa Francisco se estaba muriendo. Sucedió, y a renglón seguido se puso en práctica el fastuoso protocolo previsto para estos casos. Que poco tenía que ver con el sentido de humildad y pobreza que él hubiese deseado. Pero ya se sabe, las cosas de la Iglesia son sagradas y potentes. El mundo entero se volcó para honrar la figura del Papa de los pobres, del Papa tildado por algunos de comunista. Bien hecho este multitudinario reconocimiento; aunque aún con el cadáver caliente, periodistas de esa extrema derecha tan temida (que no es para tanto, créanme, únicamente quieren asustarnos quienes presumen de progresistas con la cantinela de «la extrema derecha»: es sólo eso). La justicia social, la paz, la igualdad de derechos, la protección de la infancia, la solidaridad y todo lo que se quiera añadir para el bienestar humano no tiene más ideología que la de ser buena gente. Desgraciadamente, hoy estamos en manos de locos, hay que decirlo, y de trepas que por tener el poder son capaces de cualquier cosa desde cualquier ideología, así hace ahora nuestra izquierda progresista.
Y sí, el difunto papa Francisco recibió a unos y a otros, intentando conciliar. ¿Que en algunas cosas se equivocó? Eso seguro, aunque la Iglesia diga que el Papa es infalible. Pero él sabía y reconocía sus errores. Descanse en paz.
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