Sigo contándolo, en EL COMERCIO
Cuento, ciertamente, historias de poca relevancia para quienes están en estos momentos, como se dice vulgarmente, en la pomada. Pero no son mayoría, la mayoría ... somos ahora los mayores (omito lo de viejos, porque duele más). Esas personas que cuidan nietos, que colaboran económicamente en el sostenimiento de la familia, que cocinan el fin de semana para los hijos… Todo eso a lo que no se le da la más mínima importancia, porque para abuelos y abuelas, no la tiene. Tampoco vamos a Metrópoli, ni al desfile del orgullo gay, ni participamos en la mayoría de las fiestas organizadas para los jóvenes. ¡Qué más quisiéramos que poder ir!, pero el ritmo viene marcado por la edad. No obstante hay pequeñas cosas que nos gusta hacer y que cuando las reclamamos se nos hace poco caso. Yo aquí diría, como repetiría mi abuela Sara «alplatu vendrás, arbeyu», y si no vienes…, malo. Viene esto a cuento de una actividad: audiciones musicales de nuestro tiempo (el de personas mayores) que desde hace varios años organiza el ex presidente del Ateneo Jovellanos, Luis Rubio Bardón. Lleva varios años realizándolas y siempre con éxito y entiendo por tal el número de asistentes. Observo, por otra parte, que a muchas otras actividades, que no digo que sean menos importantes, en ocasiones no pasan de una docena de personas. Luego si a la música gusta y concita público, pues denle facilidades. Llevo un poco más allá la explicación/petición. Luis solicita una vez al mes , lee bien, una vez al mes, el salón de actos de la Escuela de Comercio y no hay manera de que se la concedan más allá de rara vez, porque siempre está ocupado. No es cierto, siempre no lo está. Habida cuenta que Luis no elige fecha y que se adapta a lo que le den, pues resulta extraño, cuando menos, que todo sean dificultades y como mucho se le asigne (digo como mucho porque pocas veces) se le conceda el vestíbulo de la segunda planta, maravilloso para otra cosas, pero para la música –con el crujido de la tarima me recuerda el hórreo de mi abuela– es poco apto. Total, que estamos ante una actividad abierta a todo el que quiera acudir, que gusta y tiene público y que por razones que desconozco se va arrinconando. En mi época de presidenta ya era necesario presentar la programación con tres meses de antelación. Mi gran duda en estos momentos es si se solicita (por quien corresponda), porque me niego a pensar que este Ayuntamiento, que siempre actuó de protector de las actividades del Ateneo Jovellanos, quiera dejarlo ahora tirado. Siempre presumí de mis relaciones con la concejalía de Cultura, hoy en manos de Montserrat López Moro, quien siempre estuvo atenta al Ateneo Jovellanos.
¿Qué pasa ahora? No soy capaz a entenderlo. Creo que prestar atención a los gustos de las personas mayores también es importante, y remito al posible lector al comienzo del articulillo: contarlo en el diario EL COMERCIO.
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