La isla ferroviaria
Quizá en mayo de 2023 sea necesaria otra gran manifestación, porque Asturias se juega su futuro, otra vez, sobre las vías del tren
A estas alturas de la película, dudo de que haya alguna persona en España, salvedad hecha de Ramón Muñiz, que sepa desentrañar la madeja en ... que se ha convertido la conexión ferroviaria de Asturias con la Meseta, es decir con el resto de España, es decir con el mundo. Solo hay una cosa que podemos dar por cierta y segura: el próximo mes de mayo, cuando se aproximen las elecciones autonómicas y municipales, habrá fastos y celebraciones oficiales para festejar que algún tipo de tren circule ya por la ansiada Variante de Pajares.
¿Dejará entonces Asturias de ser una isla ferroviaria, para disponer ya de las comunicaciones por ferrocarril que demandan la sociedad y, sobre todo, la economía del siglo XXI? En absoluto. El puzle incomprensible de trazados, anchos de vía, intercambiadores, catenarias y soterramientos en que se ha convertido la línea Gijón-Madrid continúa sin tiempo estimado para completarse.
A la desidia y el abandono del tramo Pola de Lena-Gijón; al hecho de que después de dieciséis años aún no sepamos cómo se van a conectar los puertos de Avilés y Gijón con el nuevo trazado, para aprovechar así las capacidades del Corredor Atlántico de la Red Transeuropea de Transporte; al hecho de que se vuelve a retrasar el tramo de alta velocidad entre La Robla y León, que seguirá siendo un tramo de la red convencional durante años, se suma ahora la decisión política de dejar a Asturias fuera de las inversiones previstas para la adaptación de la red a los parámetros de las nuevas autopistas ferroviarias. Más de ocho mil millones de euros de aquí a 2030 para dar un salto histórico en el tráfico ferroviario de mercancías que por aquí ni oleremos. La exclusión de Asturias de las prioridades se basa en un estudio técnico de 2015, que mantiene nuestro corredor ferroviario ligado al tráfico nacional de mercancías. Además, el ministerio apunta a que si hay empresarios interesados en mover mercancías por ferrocarril que lo digan y se comprometan en la financiación. Parece ser que a fecha de hoy todavía no conoce de su existencia.
Esta respuesta es por sí misma el retrato de una Asturias no solo irrelevante, sino algo peor, absolutamente invertebrada (retomando el título del libro de Germán Ojeda de hace cuarenta años), incapaz de definir sus prioridades y objetivos, incapaz de sostener en el tiempo una determinada visión de sí misma y apostar por ella con todas sus consecuencias y todas sus influencias, más allá de banderías ideológicas, egos y proyectos personales. Y cuando uno habla de Asturias así, en modo genérico, está hablando de sus élites y clases dirigentes, políticas y económicas, las que tienen la responsabilidad de definir ese futuro y construirlo con presupuestos que lo sustenten y plazos que se cumplan.
No tengo ninguna duda de que en esa limitada e injusta visión sobre nuestras posibilidades de futuro que tiene el Ministerio de Transportes, ha influido de forma decisiva la recurrente pelea política, tan asturiana, tan nuestra, en torno a la conexión ferroviaria con la Meseta. La incapacidad de mantener un solo proyecto, los continuos bandazos que han dejado sin definir importantes tramos de ese puzle ferroviario. Y que finalmente han hecho que se adelanten otros territorios con las ideas mucho más claras. Comparar el grado de avance de nuestra conexión al Corredor Atlántico con la marcha de los trabajos en el Corredor Mediterráneo o los avances de la 'Y' vasca en su conexión con la frontera francesa, conduce directamente a la depresión.
El gran fracaso de la clase política asturiana en las dos primeras décadas de este siglo fue, sin duda, su incapacidad para definir un proyecto de región capaz de absorber aquello que se dio en llamar los 'fondos mineros' y usarlos como palanca de transformación del tejido productivo. Ninguna herramienta para combatir nuestro declive demográfico podrá maquillar ese fiasco. Un segundo fracaso sería mantener a Asturias como una isla económica, en estos tiempos en los que la capacidad logística y las redes intermodales de transporte, con el ferrocarril a la cabeza, son un factor decisivo para la generación de oportunidades y economías de escala.
El 27 de marzo de 1881 se produjo una masiva manifestación en Oviedo para reclamar una conexión ferroviaria digna con la Meseta. Esa manifestación consiguió dar nombre a la Plaza de la Escandalera y desbloquear las obras de la rampa de Pajares, que se inauguraba tres años más tarde. El 28 de junio de 1989, una nutrida manifestación recorrió el paseo de los Álamos convocada por la Plataforma Cívica Pro-Variante de Pajares, formada por todo tipo de entidades políticas, sociales y sindicales. Entonces también se trataba de empujar la voluntad política de un Gobierno sordo a las necesidades de comunicación de Asturias. Quizá en mayo de 2023 sea necesaria otra gran manifestación, porque Asturias se juega su futuro, otra vez, sobre las vías del tren.
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