Cómpreme usted este ramito...
He dejado reposar unos días el asunto en mi cabeza, porque ustedes ya saben que todo lo que uno lee lo interpreta, y si lo ... malinterpreta, todos tenemos un problema. Y tenemos la cosa caliente con la sentencia de Rubiales y las interpretaciones que cada uno hace de la misma y cualquier supuesto que ronda la posibilidad de que alguien malinterprete, suele acaecer.
Así que vamos a narrarlo con la mayor objetividad posible. Saben ustedes que la pasada semana se celebró el día de los enamorados. Digo que se celebró con consciencia, porque uno pensaba que estaba de modé, pero encontrar un restaurante para comer viernes, sábado o domingo fue una odisea por las celebraciones de San Valentín.
Pues en algunos centros escolares de la ciudad y de la región (bastantes por lo que me ha llegado) han preparado, para ese día, una venta de flores. En unos lugares tiene como destino lo recaudado los viajes de estudios de alumnos, en otros obras sociales, en otros colaborar con los centros para determinadas necesidades…
Uno puede comprar una flor y regalársela a quien quiera. A un amigo, a una novia, a un grupo de compañeros, a su madre. Una iniciativa bonita y sin peligro alguno, al menos inicialmente. Nada se me ocurría más inofensivo que un clavel.
Pero en este mundo que vivimos ya le digo que lo de interpretar erróneamente o crearnos problemas es deporte nacional. Resulta que uno podía entregar el clavel, o comprarlo y pedir que se entregase a determinada persona. Buscando ese efecto sorpresa. Fulanita te regala esta flor. Fulanito quiere regalarte este clavel por tu amistad. O simplemente permanecer en el anonimato. Aquí tienes una flor de una admiradora secreta. Qué bonito este clavel de alguien que ha pensado en ti esta mañana.
Sencillo todo, ¿verdad?. Pues no. Me cuentan docentes y padres, alumnos y madres, amigos de otros, que hubo quejas exacerbadas de alumnos a quien otro alumno de su mismo sexo decidió regalarle una flor en el patio y se sintió incómodo. De padres que no toleran que a su hija de 12 años nadie le regale un clavel sin identificarse y temen que pueda iniciarse una situación de «acoso». De alumnos que tuvieron que ausentarse varios días del centro porque decidieron regalarle la flor a su profesora y sufrieron vejaciones e insultos…
Somos capaces de sacar de quicio las más simples cosas. De montar un debate porque esa mañana quizá salió el sol, nos tomamos un café rico, nos ha sonreído un vecino… y algo tiene que ir mal, y si no, lo buscamos.
Y estas cosas, que ustedes pensarán que son nimiedades, porque lo son, a mí me entristecen. Como me entristece cuando pierde el Oviedo - de acuerdo, ilógico y desmesurado - pero esto más, porque creo que dice muy poco de nosotros mismos.
Regalar unas flores siempre me ha parecido una cosa preciosa. Y recibirlas también. Desgraciadamente, las flores también se malinterpretan.
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