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Habrán visto ustedes que esta semana han convivido dos concentraciones con objetivos distintos.
Los médicos y profesionales sanitarios – entre ellos muchos asturianos- con su presidente ... a la cabeza, se manifestaban en Madrid contra el borrador de nuevo Estatuto Marco que pretende reformar su modo de trabajo y que ha salido del Ministerio de Sanidad con escaso o nulo consenso, que consideran un retroceso en sus condiciones laborales, que afecta a la exclusividad (quizá el aspecto más destacado), la jornada laboral, la reclasificación profesional y el régimen de incompatibilidades.
Mientras tanto, en Oviedo, ante el SESPA, se concentraban colectivos y asociaciones, solicitando la dedicación exclusiva de médicos que trabajen en la sanidad pública, por considerarla incompatible con la sanidad privada, entender que afecta a su objetividad e incluso a su capacidad física para atender pacientes.
Ya ven, el mismo objeto, al menos parcialmente, y dos posturas totalmente enfrentadas. Unos que defienden sus derechos laborales y otros que defienden sus derechos como pacientes.
Y caben ambas posturas, como casi todo en la vida. Porque si no hubiera dos visiones, no habría concentraciones, seríamos de pensamiento único y al final no nos enriquecería el debate.
Y como ambas son legítimas y como no me caracterizo yo por esconderme en el debate público, que para eso me tienen aquí en el diario decano de Asturias citado con ustedes dos veces por semana, aquí tienen la mía.
A mí no me cabe duda de la profesionalidad de los médicos. No me cabe duda de su atención. Me caben dudas de su exceso de trabajo, sin duda, pero eso depende del presupuesto público, y parece ser que el dinero es escaso. Pero creo que limitar nunca ha conducido a nada positivo.
Si creemos que obligando a los MIR a tener exclusividad un determinado período, profesionales que están en formación, estaremos creando peores médicos. Si a los que quieran trabajar en la sanidad pública les impedimos hacerlo en la privada, provocaremos una «fuga» de los mejores, y limitaremos la sanidad pública a quienes no puedan acceder a la pública. Y eso va en detrimento suyo y mío, que somos pacientes tarde o temprano.
Nunca un profesional de la medicina me ha tratado mal, quizá no lo ha hecho con la premura que yo deseaba, pero esa es una cuestión de dineros, plazas y número de profesionales, ya les he dicho antes. Nunca un médico público me ha enviado a su consulta privada, nunca ha faltado a su juramento hipocrático ni al código deontológico de la profesión.
Considerar que limitando una labor hacemos más profesional a alguien es contrario a la lógica. Limitando la formación y acceso a puestos de trabajo reducimos la oferta de profesionales. Quien decida trabajar solo en la pública, puede hacerlo. Quien decida solo la privada, puede hacerlo, y quien decida compatibilizarlo tiene unos estándares de atención al paciente que están regulados.
Debemos intentar crecer siempre, no limitarnos.
Soy consciente de que no todos piensan como yo. Ahí está la virtud de la libertad y el debate. Seguiremos viendo en qué acaba la nueva normativa, pero se avecinan tiempos convulsos.
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