Entre ideología 'woke' y el tecnofeudalismo
La 'cultura de la cancelación' convierte a los seguidores de lo 'woke' en una especie de neoinquisidores. Sus contrarios son una antítesis de la Ilustración: dicen que la historia no nos conduce al progreso, sino hacia la degeneración
Adentrados en la tercera década del siglo XXI no es nada fácil ofrecer de este mundo desquiciado una caracterización precisa con perfiles explicativos y comprensivos ... determinados (no es lo mismo explicar que comprender). Explicar, según el filósofo Ricoeur, es hacer un análisis objetivo y detallado de una realidad, un texto o una acción; comprender es una apropiación subjetiva de los significados, mediante la experiencia del que interpreta una realidad. Por eso, conviene hacer un enfoque dialéctico entre explicación y comprensión que nos permita superar los límites, tanto desde una perspectiva que enfatiza la objetividad, como de un relativismo ramplón que prioriza la subjetividad.
Viene a colación este matiz porque tenemos que andar con pies de plomo a la hora de intentar tanto explicar y comprender lo que acaece, en esta pasarela institucionalizada que rezuma ideología por doquier y en la que desfilan por todos lados tendencias de una política-espectáculo. Cada vez es más difícil proclamar lo que opinas y piensas. Hay que tener atrevimiento, sobre todo si arremetes a la vez tanto contra majaderías de la ideología 'woke' establecida, como contra lo contrario, el tecnofeudalismo ultraderechista que ya no esconde la cara tras las capuchas blancas. Están instalados fuertemente en política y la gente les vota como si no pasara nada, dejándose influir por su retórica parda. No hemos aprendido nada de la historia, ni tampoco a distinguir lo que es racional de lo que son inercias y burbujas sentimentales. Somos incapaces de pensar con imparcialidad y tomar medidas justas incluso cuando contravienen los intereses personales. Me pregunto qué más tiene que ocurrir para que sustituyamos los prejuicios por la luz de la razón, las opiniones por el conocimiento, las pasiones por la ecuanimidad y despertemos hacia una ética colectiva. En esta tercera década del siglo XXI estamos convirtiendo lo que era anormal en norma.
Dicen que una de las pretensiones de la filosofía es ser curadora de conceptos. Así que comencemos por definir el término 'woke', que estoy utilizando sin definir y puede haber lectores que no estén familiarizados con el 'palabro'. La primera acepción de 'woke' es 'despierto' en lengua popular afroamericana. El concepto fue inventado por militantes negros estadounidenses y se adhirieron a él muchos jóvenes universitarios. La palabra tiene una segunda acepción que es «estar atento a las novedades», también se puede traducir por 'consciente', 'informado' en los asuntos políticos y sociales, o lo que es lo mismo, persona concienciada. En cualquier caso, el término se emplea para referirse a personas militantes y activistas, sean de la raza que sean, 'conscientes' de las injusticias que se han cometido a lo largo del tiempo con las minorías oprimidas, por su color de piel, sus orientaciones sexuales o con personas que han sido víctimas de discriminaciones e injusticias. Probablemente los lectores sí han oído la expresión «políticamente correcto», utilizada por aquellos que quieren evitar a toda costa las discriminaciones. A priori parece un movimiento guay que pretende concienciarnos de la dominación que ejercen o han ejercido unos individuos sobre otros, unos países sobre otros y de la necesidad de actuar para combatir el mal en el que estamos instalados. Pero claro, a nada que rasquemos un poco nos encontramos con las majaderías defendidas por la ideología 'woke'. Sus principios conducen a conclusiones inaceptables, entre las que se encuentran lo que se denomina 'cultura de la cancelación' que significa demonizar al que disiente de su visión, que obviamente es la correcta. Lo que convierte a sus seguidores en una especie de neoinquisidores. Otra de las sandeces que proponen es descolonizar los museos, es decir devolver las obras que fueron expoliadas a sus respectivos países. En principio parece justo, pero ¿hasta qué siglo de la historia regresamos en las devoluciones? La historia del ser humano es y fue un saqueo continuo de unos pueblos sobre otros desde las primeras civilizaciones esclavistas. Otra perla 'woke' es adoctrinar a los niños desde pequeños en que pueden elegir su género, que no depende de su cuerpo biológico. Esto hay que tener cuidado cómo se lleva a cabo, porque puede generar confusión en los niños que no se plantean este tipo de cuestiones. Decía una afirmación 'woke' que «el único indicador fiable de la identidad de género de una persona es su autodeterminación». El 'wokismo' establece una «guerra cultural» entre los que viven en el mundo 'real' y aquellos que anteponen sus creencias imbuidos de estar en posesión de la verdad. Este movimiento comenzó en los campus universitarios de Estados Unidos, alrededor de 2010 y luego se fue extendiendo por los países de la Unión Europea, entre otros.
Pero lo peor es el correlato contrario: el tecnofeudalismo neorreaccionario, cuya abreviatura es NRx (parece como si se tratase de física, con la tercera ley de Newton: «Toda acción genera una reacción de igual intensidad pero en sentido opuesto»), denominada la 'Ilustración oscura' (les recomiendo leer el libro de Nick Land, 'La ilustración oscura', no tiene desperdicio) que entre sus tesis reafirma que asistimos a un neodarwinismo social implacable. Una antítesis de la Ilustración. Niegan que la historia nos conduzca al progreso, sino que nos lleva sin rumbo hacia la degeneración en todas las escalas: filogenética, ontogenética, individual, social y cultural, que nos arrastrará al abismo. Constatamos que en el país más poderoso de la Tierra se ha instalado en el gobierno una extrema derecha trumpista de plutócratas, junto a una élite tecnocapitalista, cuyos dogmas y semillas de odio me producen todavía más repelús que las estolideces 'woke'. El tecnofeudalismo arremete sin tapujos contra las ciencias, el Estado de derecho y subordinan los hechos y la razón a emociones tribales. Son antivacunas, negacionistas del cambio climático y señalan la inmigración ilegal como el problema más grave del país. ¿Qué hemos hecho mal para llegar hasta aquí?, o mejor dicho, ¿qué hacemos cuando no hacemos, dejándoles hacer?
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