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El 8 de marzo celebramos el Día Internacional de la Mujer. Aunque homenajear a las mujeres se debería hacer todos los días (se lo merecen) ... para ir más allá de las pompas afectivas del 8-M. La lucha debe continuar por el arduo camino que nos conduzca a la igualdad y la no discriminación. Aprovecho esta ocasión que me brinda la efemérides para enfocar mi elogio a las mujeres en reflexionar sobre la violencia de género, esa lacra que no cesa.
Según fuentes consultadas, el año pasado en España fueron asesinadas 48 mujeres, por sus parejas o exparejas, a lo que hay que sumar 9 niños y niñas que fueron asesinados en crímenes vicarios. En lo que llevamos de 2025, cuando escribo estas líneas, se contabilizan diez mujeres muertas por violencia machista. Con estos datos escalofriantes en la mano voy a plantear (aunque el tema es muy complejo y, por supuesto, no tengo la solución mágica porque no existe, aunque me gustaría que existiera) algunas cosas que deben revisarse, dado que la violencia contra las mujeres no remite y aunque ha disminuido, entre otras cosas por las medidas legales establecidas, lo ha hecho muy ligeramente. Pondré la atención en tres puntos: el primero es que la violencia de género no parece que dependa solamente de la desigualdad que exista en una sociedad. En países que tanto económicamente como socialmente son mas igualitarios que España, el porcentaje de agresiones es superior. Por ejemplo, en Finlandia el porcentaje de mujeres que ha sufrido violencia a lo largo de su vida es de un 30% y en Suecia es de un 28%, lo que arroja un porcentaje del doble que en España, que cuenta con un 13%. Por consiguiente, aunque la igualdad es un objetivo imprescindible y la desigualdad puede ser un factor de riesgo si hay un género dominante, este no es el único factor, porque el maltrato sigue existiendo en sociedades igualitarias.
En segundo lugar, los programas de tratamiento para hombres maltratadores inciden sobre todo en erradicar valores machistas, sin embargo, las personas que ejercen violencia contra la mujer no necesariamente todos son de carácter machista. Puede que ser machista sea otro factor de riesgo, sin duda, pero no es el único. Hay otras razones, como puede ser el consumo de alcohol y drogas o haber sido víctima de maltrato en la niñez. Por lo que si seguimos pensando que todos los maltratadores son machistas no abordaremos el fenómeno con la complejidad que requiere.
En tercer lugar, el feminismo tiene que reinventarse y buscar otro tipo de estrategias para conseguir su objetivo: el de la igualdad social y económica entre hombres, mujeres y colectivos LGTBIQ+. Para poder alcanzarlo es imprescindible permanecer unidas. Los desencuentros que están provocando los enfrentamientos de las feministas, que me van a permitir llamar 'clásicas', junto a las feministas lesbianas, con las personas transgénero y el colectivo queer, han hecho que el movimiento feminista en sí se fracture, lo que, a mi modo de ver, es desacertado. Si queremos evitar la discriminación contra la mujer lo primero que habría que definir (no es una cuestión retórica) es ¿qué es una mujer? Maya Forstater feminista y crítica de género, considera «que los derechos de las mujeres se ven amenazados por una ampliación excesiva del significado del término 'mujer', porque ampliar la definición jurídica del término, para incluir en él a mujeres trans, lo convierte en un concepto vacío y socava sus derechos y su seguridad». Este asunto no crean que es baladí. Trump y su séquito dicen que solo existen dos géneros en la especie humana, masculino y femenino. Pero no es que lo digan los trumpistas, una encuesta que remite al año 2021, realizada a mil adultos en Estados Unidos, arrojó unos resultados del 62% a favor de la afirmación, solo un 18% en contra y un 7% que no saben o no contestan. Según las 'feministas clásicas' y las feministas lesbianas, su seguridad se ve amenazada por las mujeres trans que se declaran sentirse mujeres en cuanto al género, sin haber pasado por un tratamiento de cambio de sexo. Las feministas quieren conservar su identidad y sus espacios como mujeres, no desean que mujeres trans entren a sus baños, ni que las encarcelen en prisiones de mujeres, sobre todo a aquellos agresores sexuales que han matado y violado a mujeres y que al declararse trans son transferidos a prisiones femeninas. Del mismo modo las mujeres deportistas tampoco quieren competir con mujeres trans.
Las lesbianas afirman que son lesbianas porque aman los cuerpos femeninos y no los masculinos. Pero claro, las personas nacidas biológicamente varones que se han convertido en mujeres trans tachan estos comportamientos de tránsfobos y se indignan porque las lesbianas rechazan sus luchas por la igualdad.
En conclusión, si bien el movimiento feminista está siendo muy eficaz en el camino hacia la igualdad, no ha podido erradicar, o al menos disminuir exponencialmente la violencia de género. Por lo que es urgente revisar algunas cosas (aparte de las anteriores), como, por ejemplo, intentar desde todos los frentes generar un hombre nuevo, que reconstruya su masculinidad, para que no se «ponga nervioso» ante una mujer empoderada, sino que apoye las demandas de las mujeres y emplee su fuerza física e intelectual no para dominar, sino para liberarse a sí mismo, contribuyendo a que no haya ni una mujer asesinada ni agredida más. La mujer ha cambiado y ciertos hombres no lo han admitido, hacer cambiar a estos va a ser la batalla más difícil, pero unidos, y repito lo de unidos, lo podemos conseguir.
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