Los bancos de la ciudad
Me refiero a los bancos con minúscula, no a los de con mayúscula, esas entidades misteriosas de grandes beneficios y negocios hechos generalmente a consta ... de la gente más modesta. Hablo, pues, de los bancos de madera, piedra o cemento poblados casi siempre por personas humildes, de las cuales puede sacarse algo a diferencia de los otros Bancos de los cuales, generalmente, no puede sacarse nada.
En Gijón hay muchos bancos de jardín, de acera, de plazoleta y sobre todo bancos del Muro de San Lorenzo. Quiero decir, todos esos asientos que propiamente podríamos llamar urbanos. Yo siempre me he fijado mucho en la gente de los bancos de la ciudad. Es un público bastante especial y variopinto al que llamo, para mis adentros, banquistas. Hay bancos para la sombra y bancos para tomar el sol. En todo caso, los ocupan ciudadanos cansados y derrotados, y también muchos de ellos ausente de la vida.
Pero habitualmente se sientan en ellos los grandes pasantes de los jardines, los abuelos con sus nietos y algunos conmovedores viejos a los que acompaña algún familiar hasta dejarlo sentado en el banco para luego venir a recogerlo. Se sientan también en los bancos los melancólicos, el tristísimo, el solitario, los parados, cesantes y jubilados de la clase media, también algún viejo caballero con corbata y bastón. Variante del solitario es el loco pacifico que mira desde su banco una rama que se mueve o un pájaro que cruza. Se ve también en los bancos el espectro de lo que uno fue. Espectro más trágico si cabe cuando se trata de un rostro femenino ante el cual uno pregunta: ¿Quién habrá sido esta mujer que ha huido de ella la belleza dejándole un mínimo rastro?
Queda todavía en el mundo de los bancos los que están en esos líricos rincones de los parques donde los novios se besan cuando comienza a darles en el rostro el último sol de la tarde.
Sí, el mundo de los bancos es infinito. Tiene algo de comedia humana, difícil de representar.
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