Covadonga en el camino
Gijón siempre ha sido una ciudad muy covadonguera. Muchos sitios, calles, lugares e instituciones llevan su nombre: «Tengo dir a Covadonga con la mio neña ... en septiembre. Voy llevar a la Santina un ramín de palma verde».
Ahora, la luz tamizada de septiembre entra hasta el fondo de la Cueva y hace enlucir los colores de la ropa de la Santina y las de su Nenín. La Santina tiene una mirada dulce (dulzura de niña), pero a la vez de una cierta energía y seriedad en cara ovoidal en la que se nota el aura maternal en unos ojos en los que se ven reflejados las miradas de todo el pueblo asturiano. No tiene la 'Pequeñina y Galana' imagen esbelta. Presenta incluso una cierta inarmonía corporal. Toda su belleza está en la cara y en las manos: en la derecha con el rapacín, que le hace a su madre como una caricia demorada, y en la izquierda, una rosa, que es la flor de las flores. El oro y la pedrería de su corona parece no casar muy bien con la que es la 'Ancilla Domini'. Ella es Virgen de intemperie y de cueva, y no de basílica ni de catedral. Los pliegues de su corto manto le caen verticales cuando, en procesión, desfila llevada por sus devotos sobre unas andas de lo más humilde. No es una 'Virginona' de trono y parafernalia andaluza. Su rostro –sin lágrimas ni dolor– no es sino el eco de la gracia general que Ella tiene. Y eso nos basta.
Ahora, al hispánico modo, el Gobierno regional está un poco/mucho cabreado con el mitrado de la Sancta Ovetensis. Y así, la cita anual que los arcontes provinciales vienen haciendo desde que Rafael Fernández, primer presidente autonómico de nuestra comunidad la instituyó, el año 1980, parece haber entrado en un debate insondable.
La verdad es que cuando exhibir la bandera nacional es para muchos casi vergonzante, lo mismo que para algunos deletrear el nombre de España, aquí, en Covadonga, cantamos sin patrioterismo: «Bendita la Reina de nuestras montañas, que tiene por trono la cuna de España». Entre tanto, la Santina mira en silencio, y, sin entender ahora lo que pasa, lo gurda todo en lo más profundo de su corazón. Yo le mando desde aquí un beso copón.
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