Escribir en el café
Gijón es una ciudad muy cafetera. Mucha gente vive y revive –como dice el viejo eslogan– alrededor de una taza de café. Café como local – ... con mayúscula–, y café con minúscula como bebida. Café como holganza espiritual y sitio en que dilucidar lo divino y lo humano. Y punto también de cita en la vida pública que lleva la fecha de nuestro tiempo. Uno escribe y lee mucho en el café, porque el café no embriaga, sino que despierta, y en el café se escribe mejor. No es que se deba ir a todos los cafés, pero sí se puede elegir el que nos conviene, el que tiene luz y palabras que nos van y en cuyo ámbito, lleno de sillas y mesas, sabemos elegir el rincón que más nos guste. Hay el café para cada timidez o para cada osadía. –ya está dicho– en el café se escribe mejor. Su luz cae sobre el blanco del papel dándole una conciencia superior, porque en esa luz hay un trasunto de las almas del personal confundidas en un aglomerado ameno y vivo.
¿No sería penoso, si no hubiese cafés, tener que volver a casa para poder reposar una idea o un cansancio, o apuntar una observación, o leer un libro en sitio neutral? El café cubre y descubre con su palio a los ungidos y alucinados escritores y escritoras de Gijón. Con los ojos puestos en el papel o fijos en el techo contemplé muchas veces a Carmen Gómez Ojea, a Luis Fernández Roces, a Víctor Alperi, a Mases, y hasta a Carantoña escribiendo como Till en el Dindurra. Y también a muchos de los antiguos columnistas del COMERCIO tomando notas de lo que tiene que salir mañana y terminar muriendo al día siguiente. Y es que el escritor debe estar sentado siempre en medio de la vida, en el sitio donde está la gente y haya una ventana –mejor si hay dos– a calles distintas. En el café se apura con gusto «el cáliz amargo de la vida», frase que nunca será más oportuna que ante una taza de café, siempre de más café que de leche. Se van empañando los espejos de conversaciones. Se habla de fútbol, de política, de la poesía nueva, del tiempo, de las mentiras, del laberinto de esta dichosa vida nuestra. Todo gozando de la soledad en medio de la gente.
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