Otoño a la vista
El verano se ha ido deshuesando. Ha vuelto el fútbol, ya hay jaleo por las inmediaciones de donde vivo. Todo ello, después de la murga ... de los conciertos, de los toros, la Semana Negra, la Feria, el Hípico…, ¡qué sé yo! Todo ese alpiste dispensado por los que manejan la batuta del poder político y financiero y así poder sentir todavía en algo la furia, la charanga y pandereta de una España que con facilidad propende a lo bananero. Por otra parte, el verano, (que ya está dicho que se esfuma) es la época en la que la gente más liga y más se esfuerza en ser feliz. También, y hay que hacerlo constar, cuando más se leen novelas, se tuitea, se piratea música, se comen más espaguetis a la carbonera, se está más verriondo y es más fácil darse un revolcón.
Pero también uno se sorprende de ver la ciudad llena de nuevos pobres en la que debido al alza de los precios muchas familias cocinarán para dos y tendrán que comer cuatro. Hay mucho personal que se queja del país como una úlcera. Y en estas, el ministro del Interior, que padece un delirio místico policial, va y dice que todo conductor de vehículos tiene que ser agüista.
Bueno, hemos llegado hasta aquí, hasta las puertas del otoño con una luna llena, redonda y pura sobre la bahía de Gijón. Son muchas las hojas que ya caen de los castaños de Indias del parque de Isabel la Católica. El Piles baja brioso en este septiembre frío y llovedor; y por el rastro gijonés ya se ven higos miguelinos y cestas con las primeras avellanas traídas de por los montes y orillas de los ríos de Infiesto. Asturias tiene también, en este tiempo, un corazón de avellana. Aunque –y hay que decirlo una vez más– cada vez son menos las hojas que, como almas, caen en nuestros bosques. Gijón, rodeado en otro tiempo por robles, castaños y abedules, sobre los que volaban los milanos, ha ido perdiendo sus árboles centenarios. Hoy –como un bastardo– el 'ocalito' es dueño y señor de lo que llamamos, ¡qué ironía! Asturias, paraíso natural. Todo, en fin, empieza ya a anochecer primero.
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