Un oro digital llamado bitcoin
Tiene un valor astronómico porque aúna rentabilidad y liquidez, las dos principales características de toda inversión. Además, presenta la gran ventaja de que sus ganancias no forman parte de un 'juego de suma cero'
¿Puede una moneda invisible, no convertible en oro, valer 100.000 dólares? La respuesta es sí pero… Mientras la confianza de sus poseedores no ... abandone la creencia de que el bitcoin puede desplazar al dólar y al euro como divisa de referencia mundial. La palabra mágica es 'confianza', algo muy necesario en todas las facetas de la vida. Los defensores del bitcoin afirman, no sin razón, que tampoco el dólar o el euro tienen nada detrás que los respalde salvo la confianza de la gente, ya que no son convertibles en oro e, incluso, el propio oro (excepto su valor como metal) tiene el valor que la gente le quiera dar, al igual que una pintura de Paul Gauguin. Y, al final, también el dinero vale sólo en la medida en la que la gente lo acepte comúnmente como valor de cambio para comprar cosas. En una isla desierta, a Robinson Crusoe poseer todos los bitcoins, dólares y oro del mundo no le serviría de nada, porque con ellos no podría comprar agua, ni comida ni ropa.
El bitcoin tiene un valor astronómico porque aúna rentabilidad y liquidez, las dos principales características de toda inversión. Además, el nuevo oro digital tiene una ventaja enorme para su expansión y es que sus ganancias no forman parte de un 'juego de suma cero', como definió el mítico matemático y economista norteamericano John Nash, Premio Nobel de Economía del año 1994, a «aquellas situaciones en las que lo que uno gana lo ha de perder otro». Por ejemplo, una partida de póker es una situación clara de juego de suma cero, porque lo que un jugador gana han de perderlo entre todos los demás, ya que el dinero total que hay en la mesa es constante. Las subidas del bitcoin, no hacen perder dinero a otros jugadores o inversores, con lo cual no hay un freno natural para su expansión. Es como si en la partida de póker mencionada cada vez hubiese más dinero en la mesa y pudiesen ganar todos a la vez.
El bitcoin y otras criptomonedas no salen de la nada, surgen porque hay un caldo de cultivo abonado por el descrédito del dólar, el euro y el yen, por las políticas monetarias expansivas que sortean las crisis imprimiendo más y más papel, por la ingente deuda pública imposible de pagar por las siguientes generaciones, salvo mediante inflación o emisión de más y más billetes, etc. Todo ello ha catapultado a las criptomonedas, y al bitcoin como su máximo exponente. Los detractores del bitcoin evidencian su falta de transparencia, su falta de respaldo por parte de gobiernos importantes, lo cual podría dar lugar a una colosal burbuja que podría explotar, quedando su poseedores con algo en sus manos que puede valer… cero euros o dólares.
Pero esa falta de apoyo de los gobiernos ya no es tal, porque el republicano presidente de Estados Unidos, el controvertido y polémico Donald Trump, es un abierto defensor de las criptomonedas, como también lo es su mano derecha, el hombre más poderoso y rico del mundo, el magnate Elon Musk. Como prueba de su apuesta decidida por el bitcoin, Trump propuso a Paul Atkins, exsecretario de la Comisión de Valores y Bolsa, firme defensor de las criptodivisas, como presidente del organismo que supervisa la transparencia de las operaciones realizadas con las mismas, en sustitución de un declarado escéptico como era su antecesor en el cargo, Gary Gensler. Trump, experto mediático y que sabe manejar como nadie a las masas expectantes, comunicó dicho nombramiento cuando el bitcoin rondaba los cien mil dólares y dicha noticia hizo al nuevo oro digital llegar a dicha increíble cifra, cuando hace sólo quince años un bitcoin valía dos dólares.
Detrás del auge del bitcoin están los tres motores que mueven el mundo, como recuerda Robert Shiller, Premio Nobel de Economía del año 2013, en su obra didáctica y amena titulada 'La exuberancia irracional'. Shiller sostiene que la conducta humana es como una inestable mesa de tres patas, llamadas codicia, incertidumbre e información asimétrica. La mesa está en pie pero cambia de posición y puede caerse continuamente.
En la misma línea defensora de las criptomonedas, la senadora Cinthya Lummis, autora del 'Bitcoin Act', defiende activamente que Estados Unidos tenga una reserva en criptomonedas y lanzó su ya famoso slogan: «Don't stop believing. Bitcoin, reaches $ 100K» (no pares de creer, el bitcoin vale ya 100.000 dólares). Sus detractores auguran un desastre para sus poseedores y sus defensores debaten sobre la fecha en la que el bitcoin alcanzará las cifras de 200.000, medio millón y un millón de dólares. En todo caso, la falta de una regulación clara es su principal problema, ya que los inversores minoristas se debaten entre hacerlo a través de canales de dudosa fiabilidad o asistir atónitos y pasivos al festín sin participar en el mismo. Hay que tener en cuenta que en el último año el nuevo oro digital duplicó su precio. (Conviene recordar el refrán que dice que 'todo necio confunde valor y precio', pero la realidad es que el mercado es el mejor mecanismo que existe para asignar un valor a un bien mediante los precios).
Dentro de los escépticos respecto al bitcoin están los accionistas de Microsoft, a los cuales Michael Saylor, CEO de MicroStrategy (empresa de informática que apuesta toda su liquidez al bitcoin y que ha tenido una espectacular y volátil subida en bolsa) intentó, sin éxito, convencer para que el gigante informático tenga una parte de su liquidez en bitcoins. Puede que dentro de unos años el bitcoin sea recordado como la gran y colosal burbuja que arruinó a millones de inversores, pero también puede ser que usted reciba su pensión o nómina (nótese el orden en el cual lo escribo, primero pensión, ya que Occidente es un geriátrico insostenible) en una criptomoneda que podría ser el bitcoin y que al igual que como sostiene Elon Musk, dueño y fundador de Tesla, «dentro de poco quienes tengan un coche de gasolina no automático serán tan anacrónicos como montar a caballo en plena ciudad». Puede que atesorar dólares, euros o yenes sea parecido a pasearse en ese caballo al que hace referencia el todopoderoso Musk.
El tiempo dará y quitará razones, como sucedió toda la vida. El problema es que el lunes todo el mundo sabe cómo quedaron los resultados de los partidos para acertar la quiniela. Lo difícil es intuir o acertarlos el viernes, antes de que se jueguen. Pero, esa incertidumbre es el motor de la vida. Una vida cierta y segura nos convertiría en piedras inertes. Y para ganar hay que quitar el miedo a perder. Curiosa paradoja.
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