España y Reino Unido, una alianza por el progreso
La creciente integración hispano-británica ofrece una plantilla perfecta a replicar por Europa con otros potenciales socios estratégicos
El pasado lunes, 1 de diciembre, British Airways inauguraba su vuelo directo entre el Aeropuerto de la City de Londres y Madrid Barajas-Adolfo Suárez. ... La noticia no debería tener mayor trascendencia si tenemos en cuenta que ahora mismo hay 49 vuelos diarios conectando las dos capitales. Sin embargo, las autoridades británicas han hecho todo cuanto está en sus manos para convertir el estreno de ese vuelo extra en una efemérides, y no faltan razones para ello. A lo largo de las últimas décadas los lazos económicos, institucionales, culturales y sociales entre España y Reino Unido se han estrechado hasta alcanzar un nivel de integración que, en un momento de creciente incertidumbre y realineamiento global, va más allá de lo estratégico para convertirse en un activo vital para ambas naciones y sus economías. De hecho, es interesante comprobar cómo siglos de rivalidad han, paradójicamente, conducido a un profundo conocimiento mutuo, del que se origina el altísimo nivel de cooperación que marca la pauta de la relación bilateral en el presente.
Precisamente, el sector del transporte aéreo es un exponente ineludible de esta integración y alineamiento de intereses globales entre dos países, aparentemente muy distintos, pero que también comparten muchas más similitudes de las que cabe imaginar a priori. Si en el escenario global son EE UU y México los dos países con más conexiones aéreas entre ambos (4.127.836 pasajeros, fuente 'The Official Aviation Guide 2025'), el segundo puesto corresponde a España y Reino Unido (3.295.079 pasajeros), por delante de nuevo de EE. UU. y sus conexiones con Canadá (2.904.716 viajeros). Y a nivel empresarial, el holding International Airlines Group, del que forman parte British Airways, Iberia, Aer Lingus, Vueling, Level y Air Europa, con una facturación de 23.000 millones de euros al año, es un ejemplo de hasta qué punto el eje hispano-británico se ha convertido en una palanca irrenunciable para la proyección global, tanto económica como cultural, de ambas naciones. Y lo que es más importante, más allá de los tópicos ligados al turismo y la pasión de los británicos por la paella, las empresas españolas están plenamente integradas en los sectores clave de la economía británica, como son las finanzas (Santander es el tercer banco por activos del Reino Unido, por detrás de HSBC y Barclays); energía (Iberdrola es un proveedor vital de gas y electricidad, a través de su subsidiaria Scottish Power); o telecomunicaciones (Telefónica-O2 es uno de los cuatro mayores proveedores de telefonía y banda ancha del país). Además, las empresas españolas en Reino Unido gestionan aeropuertos, el metro de Londres, hospitales, están involucradas en los mayores proyectos de infraestructuras y transporte del país, y proveen asesoramiento legal y financiero a sus empresas más prestigiosas. A todo ello debemos añadir la ingente aportación de miles de pequeños y medianos empresarios y profesionales de todos los sectores que, a través de su iniciativa y buen hacer, juegan un papel esencial a la hora de hacer que España y lo español tengan una presencia ineludible en el corazón mismo de la sociedad británica.
Pero es importantísimo tener en cuenta el contexto en el que estos datos y números se encuadran, y es que el próximo 31 de enero se cumplirán 6 años del 'Brexit', que podría haber marcado el comienzo de un peligroso proceso de retroceso en las relaciones bilaterales entre ambos países. Lejos de ello, en la Cámara de Comercio de España en Reino Unido somos testigos y partícipes del impecable trabajo y esfuerzo llevado a cabo para continuar alineando los intereses de ambas naciones, después de la salida de los británicos de la Unión Europea. El Reino Unido es ahora mismo el principal socio comercial de España fuera de la UE, adelantando a los EE. UU., y en mi opinión España, con su iniciativa y ambición, está indicando el camino a seguir a una Europa emparedada entre una Norteamérica cada día más aislacionista y una China manifiestamente hostil a los intereses económicos del bloque europeo. Tal como recoge el Informe Draghi, Europa necesita apremiantemente suscribir acuerdos preferenciales con terceros países que permitan diversificar sus cadenas de suministro, su acceso a los mercados energéticos y expandir su influencia más allá de los límites del mercado único. Desde esa perspectiva la creciente integración hispano-británica ofrece una plantilla perfecta a replicar por Europa con otros potenciales socios estratégicos. Un ejemplo que empieza en lo político (todos los gobiernos españoles, sin excepción, han dejado sus diferencias a un lado, centrándose en las potencialidades a largo plazo de una relación hoy estratégica e irrenunciable) y se refleja en un éxito económico sin paliativos.
Y también ofrece una plantilla perfecta a aplicar a muchos de los problemas a los que España se enfrenta dentro de sus propias fronteras, al ofrecer incontables ejemplos prácticos de cómo la cooperación entre los sectores público y privado, tan cuestionada siempre en España; el pragmatismo frente al integrismo ideológico; y la definición de unos intereses específicos a largo plazo, como alternativa a los bandazos impuestos a veces desde la política, siempre redundan en resultados positivos en términos de desarrollo económico, integración social y progreso. Logros todos ellos que, como demuestra cada día la iniciativa española en Reino Unido, basada en la cooperación estrecha entre gobierno y empresas (entre lo público y lo privado, como decía antes) la sociedad española está perfectamente capacitada para replicar en su propio seno. Sin duda, y en los tiempos que corren, este debería ser uno de nuestros grandes deseos de cara a 2026.
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