Mala prensa
Vishal Garg, consejero delegado de una empresa de préstamos para hipotecas estadounidense, decidió despedir de un plumazo a 900 de sus empleados. Por videollamada. Me ... imagino su pantalla de ordenador dividida en cientos de ventanitas parpadeantes recibiendo tan encantadora noticia. Supongo que se irían apagando como en un panal aterrador, desvaneciéndose a golpe de improperios o amenazas de demanda, espero. Vishal Garg ha publicado una semana después un folio (medio folio) de arrepentimiento, no por cargarse a 900 trabajadores, sino por haberlo hecho de semejante manera. En el fondo, y en la superficie, el hombre se ha visto desbordado por algo que ningún CEO puede soportar: la mala prensa. Su cara rutilante ha sido expuesta en decenas de medios, digitales y de los otros. Un goteo continuo de titulares escandalizados por la maniobra del tipo y de la empresa. Garg ha explicado que lleva ya dos reestructuraciones semejantes y que, en la primera lo pasó mal. En la primera, Garg lloró. Nos lo imaginamos, amigo. Lágrimas de sangre sobre un ordenador bien alejado de la realidad.
El despido masivo por multillamada es un poco como la fiesta 'pandémica' que se dieron el año pasado por Navidad esos representantes del Gobierno de Boris Johnson. Solo la mala reputación ha conseguido que el rubio de Downing Street entone un susurrante mea culpa que sirva para calmar las aguas del Támesis.
Tanto Vishal Garg como Boris Johnson comparten esa visión del mundo donde la élite no está sujeta a ninguna regla, donde la empatía es una palabra para llenar algún discurso y donde los trabajadores y la ciudadanía son, a lo sumo, parte silenciosa y prescindible de su escenario.
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