Una fuente sin agua
Siempre quise escribir un libro que se titulase 'La redundancia de las fuentes en un día de lluvia', porque me gusta esa imagen tan asturiana ... del agua cayendo del cielo mientras un enorme surtidor la lanza hacia las nubes. Luego pienso que es un título un poco largo -y rebuscado- y que solo pegaría bien con un libro de haikus o poemas, que por ahora no tengo escritos. Es por eso que el otro día, después de tomar un cafetín viendo el atardecer desde la terraza de la cafetería de la Universidad Laboral, con la imponente torre mirador enmarcando toda la escena, me dio un poco de pena ver la enorme fuente vacía de agua, rodeada de cinta de obra -supongo que por trabajos de mantenimiento- y vallas amarillas cortando el paso.
No porque la estén arreglando, sino porque en cualquier lugar civilizado le tienen un mayor respeto a un edificio que aspira a Patrimonio de la Humanidad -la Asociación de Antiguos Alumnos ya ha empezado a darle impulso a la candidatura, en la que deberían volcarse Ayuntamiento, Principado e instituciones privadas-, y no hubiesen permitido contemplar esa imagen a los cientos de visitantes que pasaban ese fin de semana por el complejo y que, de inspirarse, titularían su libro de poemas 'La redundancia de las fuentes secas en un día soleado'. Para completar la escena: las antiguas piscinas, monumentales, abandonadas, cerradas, pero a la vista. La cancha de tenis, con la red destensada. Las de baloncesto, sin red en los aros, cierres metálicos rodeando el complejo... Habrá que ponese les piles...
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