La gran indignidad
Todos los que tenemos cierta conciencia social y política y que no estamos «atados» a ningún partido ya habíamos visto en la legislatura anterior como ... el presidente del Gobierno era capaz de afirmar una cosa y al día siguiente decir y hacer la contraria.
Ese presidente, Pedro Sánchez, y los que le mantienen con sus votos, se justifican cambiando la más evidentes mentiras por simples «cambios de opinión».
No le importa humillarse y arrodillarse ante los enemigos declarados de nuestra España y nuestra Constitución. Lo hace sin ningún pudor ni vergüenza.
Afirma que lo hace para «pacificar» Cataluña y no le importa «despacificar» al resto de España que, asombrada ante lo que está haciendo con la complicidad de su partido (nadie se atreve a poner en riesgo su sillón) ha comenzado a movilizarse ante la evidencia de que está anulando el poder judicial y la Constitución.
Pedro Sánchez con su amnistía decide si hay delito o no y en el caso de que lo haya, lo perdona con sus indultos. Él llama resistencia a su indecencia y su inmoralidad. Es experto en confundir lo legal con lo justo y crear esa confusión en los ciudadanos.
Lo que sentencien los jueces no le importa. Nadie le frena y tiene el poder absoluto. Puede hacer lo que le dé la gana y lo hace.
Ojalá el partido socialista pague caro en las urnas el apoyo «inquebrantable» a semejante personaje y recupere la dignidad como grupo social.
Las «viejas glorias socialistas» como Felipe González o Alfonso Guerra no le apoyan y avisan de lo descabellado de sus acuerdos, pero los que viven actualmente del partido ya no les hacen caso.
Venden su ideología y su dignidad por lo que reciben del partido o del Estado. Solo se atreven a decir algo los que ya están jubilados y cuyo sustento no depende de entrar o no en las próximas listas.
Todo el logro político de la Transición, que trajo a España los mejores 40 años de se historia, se está desvaneciendo delante de nuestros ojos y nos deja asombrados de estar viviendo unos momentos y unas situaciones que creíamos nunca repetiríamos en España.
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