El malestar en la educación
La guerra de la independencia de los EE UU comenzó con la protesta por un impuesto sobre el precio del té que los bostonianos consideraron ... injusto. Pequeños actos conllevan enormes consecuencias. Eso hemos visto estos días en Asturias con las protestas educativas. El detonante fue mínimo: la supresión unilateral de la entonces consejera Lidia Espina de una hora de la jornada reducida en junio y septiembre, en algunos centros con comedor escolar. La protesta se extendió a todos los niveles de la enseñanza pública, y aunque se volvió atrás en la hora, y se forzó la dimisión de la consejera, lejos de amainar, las protestas arreciaron. La hora de marras era solo una gota de agua en un malestar que se arrastra en Asturias desde hace años. Aspectos como la burocratización rutinaria del profesorado, la precaria atención a la diversidad y, muy especialmente, la falta de equiparación del sueldo con comunidades vecinas son las causas reales de la protesta y no aquella hora, que cumplió una mera función de espoleta.
De las huelgas educativas, recuerdo la de 1988. En aquella se entremezclaban las huelgas de estudiantes contra la selectividad y las tasas universitarias, la figura del Cojo Mantecas, el rechazo de la LODE, la primera de las nefastas leyes educativas, y, sobre todo, la homologación salarial de los docentes con otros cuerpos de la administración. El ministro de Educación, José María Maravall, incendió los ánimos con informaciones tendenciosas sobre lo que cobraban los profesores, y con cierta tergiversación de las huelgas, que a algunos les hacían creer que los docentes éramos punks de la banda del Mantecas. Al final, dimitió. La LODE se suspendió, llegó la LOGSE, que no fue mejor, y el profesorado tuvo una mejora salarial. La situación actual se cerrará probablemente asumiendo el Principado las peticiones, especialmente en la equiparación salarial con otras comunidades. Sin embargo, los problemas de fondo seguirán. Y entre otros, el error de haber transferido educación a las comunidades, un pecado original que provoca más problemas que soluciones.
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