Héroes del Simancas se debe conservar
La salida la brinda la misma ley: en edificios de relevancia histórica o patrimonial, los elementos contrarios a la memoria democrática en espacios privados –es el caso– podrían mantenerse añadiendo una placa explicativa
Como en botica, la Ley de Memoria Histórica ha generado opiniones para todos los gustos antes y después de su promulgación y –al encontrarnos en ... un Estado de Derecho– todas se han hecho acreedoras del máximo respeto. Hoy deseo dedicar este espacio de opinión al programa nacional emprendido sobre la retirada de la simbología franquista que afecta a la pieza escultórica gijonesa conocida como 'Héroes del Simancas' y que está localizada en una de las fachadas del centenario colegio de la Inmaculada. Cierto es que, a juicio de una gran parte de ciudadanos defensores de esta ley, el monumento conmemorativo de lo que ocurrió en aquel lugar hace ya casi 90 años constituye una apología al franquismo y una ofensa a sus víctimas; por ello se encontrarían legitimados para reivindicar que el ofensivo recuerdo sea arrancado de los muros colegiales. Por contra, otros consideran que existe una férrea persecución a una parte de la historia española como fue la del franquismo, y abogan por que sea respetada. En relación a esto, y como mera reflexión, conviene acudir a la praxis de otros territorios autonómicos para ver cómo han sustentado la retirada de la simbología franquista. Quizá la más contundente sea la del Gobierno Navarro, que estableció en su momento lo siguiente: «Cuando hablamos del pasado, es imprescindible distinguir entre historia y memoria. La memoria no niega la historia. La memoria observa el pasado con mirada crítica para consensuar democráticamente qué elementos de nuestra historia merecen un reconocimiento público hoy. Así, cuando se retiran estos símbolos o se cambian nombres de calles o se anulan distinciones hechas en el pasado a personas que participaron en vulneraciones de derechos humanos o colaboraron en la organización del golpe militar de 1936, se hace para construir una mejor convivencia». Podemos estar de acuerdo con esta justificación para proceder a la retirada de ciertos símbolos franquistas. Ejemplo de ello son las representaciones de Franco en parques públicos (bustos o estatuas a pie y a caballo) retiradas con más o menos contestación en la mayoría de las ciudades españolas. Afortunadamente, la aplicación de la ley tiene excepciones, como podemos ver más adelante. En el caso que nos ocupa, soy de los que opinan que puede haber un término medio antes de que la excavadora de turno meta su zarpa para arrancar la escultura. La pieza se inauguró en un acto castrense en el año 1958 y su autor fue Manuel Álvarez-Laviada y Alzueta, autor también de los bustos de Evaristo Valle y de Fleming y de otras esculturas que se encuentran localizadas en la Universidad Laboral.
Llegados hasta aquí cabe preguntarse si la representación pétrea en honor a los militares del histórico cuartel de Simancas constituye en la actualidad una provocación del franquismo o un canto o apología al fascismo, y si con su destrucción mejorará la convivencia de los gijoneses. Llevando este razonamiento al extremo (en una reducción al absurdo) alguien podría sentirse igualmente legitimado para pedir el derribo entero del centro de enseñanza de los Jesuitas. No hay que olvidar, que, durante la Guerra Civil española, el centro albergó un cuartel del ejército del llamado bando nacional en el que, a buen seguro, se frieron a tiros en el cuerpo a cuerpo los dos ejércitos de la contienda. Como muchos gijoneses de distintas promociones que estudiamos en el colegio impregnado del espíritu ignaciano, creo que ningún alumno del mismo se encontró ofendido por mantener dicha alegoría. No sentimos esa ofensa ni los que cursamos los estudios durante los años de la dictadura franquista ni quienes estudiaron allí después de la muerte de Franco a pesar de su significado. Es más, me atrevería a decir que, para miles de gijoneses —con todos los respetos a quienes pudieran defender su destrucción—, fueran de derechas o de izquierdas, la cosa siempre se la ha traído al pairo. Tras el análisis del informe municipal del Ayuntamiento de Gijón, enviado a las entidades solicitantes que persiguen su desaparición, el proceso se encuentra ahora en un punto de inflexión: decidir a quién le corresponde ejecutar el derribo. Antes de tomar una decisión precipitada, cabe obrar con oportuna prudencia acogiéndose a la salida que brinda la misma ley: en edificios de relevancia histórica o patrimonial, los elementos contrarios a la memoria democrática colocados en espacios privados —es el caso— podrían mantenerse añadiendo una placa explicativa o cualquier otro soporte divulgativo de mayor entidad. Concluyo diciendo que, en este controvertido asunto, ha de primar más que nunca el sentido común, para evitar que se produzca el desgarro del monumento citado de la fachada del colegio de la Inmaculada de Gijón. No sería descabellado tratar de encontrar otras soluciones menos traumáticas que sirvan para continuar con la pacífica convivencia entre los gijoneses, a pesar de que un grupo de nostálgicos franquistas se concentren cada cierto tiempo frente al monumento entonando, brazo en alto, el 'Cara al Sol'. Porque, para disgusto de unos y alegría de otros (y lo queramos o no) Franco hace muchos años que ya pasó a la historia, y su recuerdo también.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión