Lo del 'solo sí es sí' y catarismo
Más allá de cuestiones técnicas que competen a juristas, lo ocurrido en torno a la llamada ley del 'solo sí es sí' refleja a la ... perfección el catarismo del actual Gobierno -o, si se quiere ser benévolo, de su parte podemita-. Como recordará el lector, el catarismo fue una herejía medieval del cristianismo que creía en una doble creación del mundo: divina y satánica. Dios había creado el mundo espiritual y Satán había creado el mundo material. Por eso la vida humana debía ser un camino de ascesis que se alejara de una existencia contaminada irremediablemente por el pecado. El bien y el mal estaban separados con nitidez. Los 'hombres buenos' y las 'mujeres buenas', según se autodenominaban los cátaros, vivían obsesionados por escapar del mal para salvarse. De acuerdo con la etimología comúnmente aceptada, 'cátaro' significa puro.
Pues bien, oyendo hablar a la delegada del gobierno contra la violencia de género o a las ministras de Igualdad y de Derechos Sociales y Agenda 2030, a uno le da la impresión de que se consideran a sí mismas personas puras, buenas, llamadas a salvar a las mujeres. Puesto que militan del lado del bien, ningún mal puede salir de su práctica política. Por definición. En general, muchos políticos actuales, que parecen activistas, entienden la política como una lucha del bien contra el mal. Creen que su ideología es moralmente superior y que sus adversarios son ilegítimos porque son malvados. De ahí que, en lugar de argumentar, descalifiquen, criminalicen y señalen. En vez de exponer ideas o programas, proclaman consignas de purificación.
Quienes la han promovido insisten en que la ley del 'sólo sí es sí' es correcta. Y verdaderamente no podrían decir otra cosa. No podrían reconocer ningún error, porque para un cátaro dentro del bien no cabe el mal. El mal siempre viene de fuera, de un mundo diabólico que lo contamina todo, al cual pertenecen el capitalismo, el heteropatriarcado, los combustibles fósiles, la derecha, etc. La ley está bien: son los jueces -los malos, los diabólicos- quienes introducen el mal en ella. La ley es pura, porque las intenciones con las que se ha elaborado no pueden ser más rectas (¡quién va a defender una relación sexual sin consentimiento!). Por lo tanto, si se producen efectos torcidos, inesperados, es imposible que ello se deba a la propia ley. Esos efectos tienen necesariamente que proceder de las malas intenciones de personas de derechas. Ante las presiones de la porción socialista del Gobierno, la ministra de Igualdad ha manifestado con enojo lo siguiente: «Yo sé que la ley está bien hecha y que esto es una ofensiva de sectores reaccionarios».
Pero pensemos por un momento qué sucedería si una ley semejante promovida por un partido adversario hubiera producido unos efectos semejantes. Las manifestaciones inundarían las calles y los ayuntamientos gobernados por cátaros colgarían en la fachada del edificio consistorial un contador de agresores sexuales cuyas penas se rebajasen. Ya mostraría una cifra superior a los cuatro centenares.
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