Secciones
Servicios
Destacamos
¿Y si no fuéramos una especie en evolución, sino una plaga que no para de expandirse? El progreso sería entonces una forma elegante de ... autodestrucción. Algo parecido a pintar de dorado las ruinas de la creación porque, miremos donde miremos, ahí estamos, en todas partes, sin dejar que nada sea absolutamente libre, virgen y desconocido.
Sea donde sea, noso tros llegamos, conquistamos y urbanizamos, y lo hacemos todo como si el planeta fuera una suerte de finca heredada (propiedad privada solo de la humanidad) y no un sistema que, con bastante paciencia, aún nos tolera. Y no solo atacamos el entorno, también nos atacamos entre nosotros, lo que, si somos honestos, nos deja bastante mal como especie, habida cuenta que nos tenemos como los más inteligentes del planeta. Nos envenenamos en debates inútiles, nos dividimos por cualquier cosa y nos organizamos en bandos para discutir hasta el agotamiento. También nos matamos. No me olvido de este detalle.
Somos, quizá, la única especie que construye su casa mientras cava su tumba. La única capaz de repetir, con entusiasmo además, errores que ya demostraron ser errores siglos atrás. Siglos, digo, pero también hace dos días y medio, lo que sirve para todos aquellos a los que, al parecer, tanto falla la memoria. Guerra tras guerra, tirano tras tirano, crisis tras crisis, ahí estamos, orgullosos de nuestras gestas. ¿Y si esta forma de vivir no fuera más que una mutación? Nos multiplicamos e innovamos, pero tengo la triste sensación de que el pensamiento no se expande al mismo ritmo que la población; que la inteligencia no ha sabido reproducirse con la misma eficacia que la estupidez.
El planeta está harto, es evidente, y se resiente. Lo hemos llamado cambio climático, pero a lo mejor deberíamos llamarlo defensa propia, ya que, si fuéramos otra especie, si nos miráramos desde fuera, no sé si nos identificaríamos como civilización. Creo que lo que veríamos sería algo bien distinto. Con probabilidad, nos veríamos como una amenaza que no deja de infestar e infectar cada rincón de la Tierra.
A pesar de todo, cuando escribo estas líneas, miro por la ventana y veo una docena de garzas que han decidido, desde hace unos días, que mi barrio les parece un lugar estupendo para vivir, aunque sea una temporada, y siento cierta esperanza. Somos una especie capaz de la peor destrucción, pero también de ver y crear belleza; y pienso que, tal vez, solo tal vez, todavía hay una parte de nosotros que recuerda que fuimos algo más que un virus.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.