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Por las instalaciones del Albergue Municipal de Animales de Oviedo, conocido popularmente como La Perrera, resuenan ladridos y maullidos que esconden cientos de historias: de ... abandono, de reencuentros, y también de esperanza. A día de hoy, acoge a 33 perros y 9 gatos, aunque en realidad las cifras que manejan a lo largo del año son mucho mayores. En 2024 la protectora que gestiona este servicio, la Fundación Protectora de Animales del Principado de Asturias, realizó 358 intervenciones con perros y 191 con gatos, según explica Alejandra Mier, portavoz del Albergue.
«Lo que la gente no siempre sabe es que muchas de estas intervenciones no llegan a implicar una estancia en el albergue», aclara. «Por ejemplo, 201 perros fueron devueltos directamente a sus familias gracias al microchip sin pasar por aquí. Es una de las cosas que más orgullo nos da: resolver casos sobre la marcha y evitar el trauma del ingreso para el animal y la familia».
Aun así, durante el año pasado llegaron físicamente al centro 157 perros y 185 gatos, un flujo constante que exige recursos, espacio y, sobre todo, compromiso humano. Las cifras de adopciones hablan de una labor sostenida: en 2024 se adoptaron 145 perros y 172 gatos. Nueve perros y 12 gatos más fueron recuperados por sus familias después de haber ingresado en muchos casos debido a circunstancias dramáticas. «Son situaciones duras: personas detenidas que iban acompañadas de su perro, casos de violencia de género o intervenciones psicosociales donde el animal queda desamparado temporalmente», comenta Mier.
En el primer trimestre de 2025 la tendencia continúa. Las intervenciones con perros han sido 94 —de las cuales la mitad se resolvieron en tránsito— y se formalizaron 40 adopciones. En gatos se registraron 26 entradas y 32 adopciones, además de un gato que pudo volver a su hogar.
La actividad del centro no se limita solo a perros y gatos. En sus registros figuran también conejos, cobayas, un canario e incluso una gallina de Guinea, un recordatorio de que la diversidad de animales que necesitan ayuda es más amplia de lo que suele pensarse.
Mientras la protectora sigue adelante con sus labores diarias enfrenta un reto: la nueva licitación municipal, que se abrirá en julio. El contrato actual expira y aunque Mier asegura que las nuevas condiciones «no nos perjudican y de hecho recogen proyectos que ya llevamos años haciendo, como mapear las colonias felinas», reconoce que el resultado final dependerá de quién se ajuste mejor al presupuesto. «Esto es la suerte del que más cuadre las cifras», dice con cautela. También se requiere más atención veterinaria. No obstante, aclara que pese a que el nuevo presupuesto será mayor que en años anteriores, ya que el contrato asciende a 1,77 millones, con un plazo de tres años, lo que supone que la partida anual aumenta un 26%, el dinero se destina a mejorar la vida en el albergue. «Aquí tenemos la cara visible de todo esto que son los animales que tenemos, pero no son los que se ven sino todos los que atendemos fuera y que la gente que viene y adopta se lleva al animal desparasitado y con microchip, que eso cuesta», aclara Mier.
Compromiso
El centro lidia, además, con otra necesidad urgente: encontrar voluntarios. No cualquiera puede sumarse. «Ahora mismo necesitamos voluntarios formados», recalca, porque «pasear a estos perros no es tarea sencilla. Al final, los pequeños son adoptados casi en cuanto entran por la puerta, pero los grandes y los considerados potencialmente peligrosos se quedan y manejarlos requiere conocimiento y compromiso. No nos vale alguien que venga un día cada dos meses».
Las normas también imponen un cupo que no se puede sobrepasar, lo que hace aún más importante la implicación. La realidad es que el perfil de perro que más tiempo pasa en el albergue es el grande, fuerte y difícil de manejar, justo el que necesita más atención y paseos para no deteriorar su bienestar físico y mental.
Pese a las dificultades, la protectora no pierde su espíritu positivo y mientras se prepara ese proceso administrativo hay una urgencia más cercana: encontrar un hogar para 'Julián', el perro que más tiempo lleva esperando tras esas paredes. «Diez años», cuenta con tristeza Silvia, una de las trabajadoras que mejor lo conoce. Uno de los principales obstáculos ha sido su delicado estado de salud. «Debido a sus problemas crónicos hay que invertir en él más de cien euros al mes solo en medicación y cuidados específicos, y creemos que por ese motivo nadie se lo lleva», explica. Sin embargo, quienes conviven con 'Julián' aseguran que su carácter es su mayor tesoro. «Es una pena porque es el más sociable de todos. Se lleva bien incluso con niños», destacan.
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