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Oviedo, ciudad candidata a Capital Europea de la Cultura 2031

«La Capitalidad Europea de la Cultura es la competición más desafiante en este ámbito de Europa y del mundo»

«El problema que a menudo se presenta en los proyectos culturales o en las Capitales Europeas de la Cultura es la dificultad de llegar a nuevos públicos, a aquellos que no están comprometidos con la cultura»

S.S.F.

Miércoles, 3 de diciembre 2025, 16:28

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Pascal Keiser ya sabe lo que es llevar a dos ciudades a lograr la Capitalidad Europea de la Cultura. Este comisario lo hizo en Mons en 2015 y lo ha hecho con Bourges para 2028. Para él esta es la competición de ámbito cultural «más desafiante de Europa y del mundo». Lograr este reconocimiento supone cambiar de alguna manera el destino de una región y de sus habitantes.

–¿Qué es lo que realmente hace destacar una candidatura? ¿Es el eslogan, el equipo, el programa… o hay algo más que realmente la distingue?

–Diría que un poco de todo. La dificultad de esta competición –que sin duda la convierte en la más exigente del ámbito cultural en Europa y en el mundo– es que hay que alcanzar un nivel de excelencia en todas las áreas que mencionas. Lo que también la hace un proyecto único es que exige proyectar un territorio hacia el futuro en todos sus ámbitos, y no solo en el cultural, que por supuesto es el punto de partida, dentro de un proyecto sistémico que debe implicar a todas las personas que viven en él.

–¿Cómo se puede hacer que los ciudadanos sientan que el proyecto les pertenece?

–Tenemos que desarrollar enfoques que hoy vayan más allá de la participación clásica y que incluyan co-creación o incluso proyectos desarrollados directamente por la ciudadanía, incorporando por ejemplo su voz en la evaluación del programa. Al mismo tiempo, la voz de los artistas es esencial: su visión y su capacidad para cuestionar el mundo que habitamos. Y debemos crear proyectos en los que estas dos dinámicas se encuentren. En Bourges 2028 afrontamos un gran desafío en este sentido, en el contexto de una ciudad pequeña rodeada de áreas rurales y profundas. El problema recurrente en los proyectos culturales o en las Capitales Europeas de la Cultura es la dificultad de llegar a nuevos públicos, especialmente a quienes no tienen relación con la cultura. Aunque se pueden desarrollar diversas estrategias, sigue siendo complicado involucrar a minorías, personas en situaciones sociales difíciles o precarias, jóvenes o grupos territorialmente aislados. Una iniciativa original que se está desarrollando en Bourges 2028 es la creación de un consejo ciudadano seleccionado por sorteo, un modelo que la ciudad ya había puesto en marcha en 2021. Este proceso de selección aleatoria puede superar esa barrera, y es una herramienta que seguiremos desarrollando en Bourges 2028, igual que hizo la Comisión Europea en la Conferencia sobre el Futuro de Europa en 2022.

–¿Qué consejo le daría a un equipo cultural que está definiendo su narrativa, como Oviedo 2031?

–En primer lugar, diría que escribir un proyecto así para una región es una tarea única, y me siento muy privilegiado por haber podido hacerlo para dos proyectos ganadore. Mi primer consejo es ser uno mismo y entender el territorio. Hay que buscar los aspectos sensibles del lugar. Esto requiere personas de dentro y de fuera de la región, y una buena química entre ambas perspectivas. Además, estas personas deben ser capaces de dejar a un lado parte de sus experiencias previas para poder pensar de manera diferente. En segundo lugar, cuando hablo de Mons 2015 y Bourges 2028, suelo referirme a lo que llamo 'momentum': significa entender los retos a los que se enfrenta la región tanto a nivel local como europeo. ¿Qué puede decir y aportar ese territorio a Europa? En Mons el tema central fue la integración de las tecnologías digitales en la vida cotidiana, su impacto social y cuestiones relacionadas con el empoderamiento. En Bourges los ejes fueron el declive de las ciudades medianas en Francia, el cambio climático y la justicia social tras el Acuerdo de París, la necesidad de restablecer nuestra conexión con la naturaleza y los derechos

culturales en los contextos periféricos y rurales. Hay un punto fundamental: las Capitales Europeas de la Cultura no son un concurso de belleza. De hecho, suelo decir que casi son lo contrario. No se deben ocultar las debilidades, hay que ser transparentes y mostrar cómo el título y el proyecto contribuirán a transformarlo y a abordar sus carencias.

–¿Qué momento recuerda con más emoción de Mons 2015 o Bourges 2028, y podría compartir alguna recomendación para Oviedo?

–Cada momento es increíblemente intenso. El anuncio del resultado del jurado es siempre muy impactante. Recuerdo muy bien ambos anuncios: el de 2010 para Mons y el del 2023 para Bourges. La entrega de los dos dossiers también es muy intensa: el equipo suele estar exhausto, pero aun así consigue finalizar y entregar el documento. Las dos presentaciones orales y la sesión de preguntas del jurado son un ejercicio único, casi digno de una comisión parlamentaria. La visita de la delegación del jurado, en la que participan cientos de personas y agentes locales, es otro punto destacado. Pero te voy a sorprender: lo que más impresiona llega en las semanas posteriores a la designación, cuando empiezas a tomar perspectiva y te das cuenta de que, con toda humildad, has contribuido a cambiar el destino de una región y de sus habitantes, poniendo en marcha un gran movimiento sistémico. Las Capitales Europeas de la Cultura son, para mí, el único proyecto cultural con ese poder y esa ambición. Quizá por eso he vuelto a este tipo de proyectos, a pesar de que requieren una inversión personal enorme y son muy difíciles de gestionar operativamente, sobre todo en ciudades o regiones pequeñas. Pero es también donde pueden tener el mayor impacto, y donde Europa está llamada —y obligada— a responder.

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