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Elvira García en la Sociedad de San Vicente de Paul. Mario Rojas
Elvira García Presidenta de la Sociedad de San Vicente de Paul

«Soy católica y activista; la fe sin acción no sirve de nada»

La Sociedad San Vicente de Paul, presidida por Elvira García, ofrece ayuda a refugiados que llegan a Oviedo en busca de una vida mejor

Domingo, 7 de septiembre 2025, 19:03

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Elvira García lleva al frente de la Asociación San Vicente de Paul cuatro años, en los ha tenido muchos momentos gratificantes y otros no tanto, como cuando la falta de recursos limita la ayuda que prestan. «Ver a familias al cuello, sin poder dar a sus hijos lo que necesitan, es lo más duro», explica.

–¿Cómo está ahora mismo el programa de refugiados de Oviedo después de cerrar el verano?

–Muy contentos, porque este verano fue ya el tercero que organizamos actividades de acogida. Teníamos una necesidad muy precaria: familias que trabajan esporádicamente y cuyos hijos, cuando no están en el colegio, quedaban completamente desubicados. Así que pensamos en acompañarlos a la playa, que muchos no conocían o no sabían cómo ir. Salíamos un día a la semana y eso permitió que las familias interactuasen, hicieran amistades, intercambiaran trabajos y formasen una red. Fue precioso. Llegamos a reunir a unas cien personas, y algunos días hasta sesenta cogían el tren.

–¿Por qué considera importante este tipo de actividades?

–Porque nadie las hace. Lo normal es que los centros sociales ofrezcan unas horas de cuidado para los niños, pero no hay propuestas que saquen a las familias fuera, que las integren en el entorno. Eso es lo que vimos necesario y lo que quisimos aportar.

–¿Cuántos años lleva usted como presidenta de la asociación?

–Este es mi cuarto año. Cuando entré, la asociación estaba muy vinculada a personas mayores, católicas, con otra mentalidad, que no trabajaban en red. Poco a poco hemos cambiado, ahora hay más voluntariado, muchos inmigrantes creyentes que ayudan mucho. Y estoy intentando tejer una red con otras entidades.

–¿Qué la motivó a involucrarse en esta causa?

–Soy cristiana y activista. Para mí, la fe sin acción no sirve de nada. Rezar está bien, pero hay que tener una actitud pública de servicio. Esa es la raíz: servir a los demás.

–¿Ha tenido momentos especialmente gratificantes?

–Muchísimos. Cuando ves a las familias pasándolo bien o cuando alguien llega y siente 'el abrazo' de la asociación. Porque no solo les ayudamos: ellos mismos, al estar necesitados, se entregan y ayudan. Muchos voluntarios llegaron hace apenas un año y son quienes mejor acogen a los nuevos. Eso convierte a la asociación en una casa, en un centro social de referencia para quienes acaban de llegar.

–¿Y algún momento especialmente difícil?

–El más desafiante siempre es cuando no tienes recursos para cubrir lo más básico: una cama, un techo, material escolar. Ver a familias al cuello, sin poder dar a sus hijos lo que necesitan, es lo más duro.

–¿Perciben que la situación se ha agravado en los últimos años?

–Sí, antes había más recursos, servicios sociales, Salario Social... Ahora hay recortes y necesidades crecientes. Se nota muchísimo.

–¿Ha cambiado el perfil de las personas refugiadas que llegan?

–Sí, cada vez atendemos a más jóvenes. Y gracias a Dios, porque eso les da más posibilidades de salir adelante. La gente mayor lo tiene mucho más difícil. Nosotros atendemos sobre todo a quienes están en ese año y medio inicial en el que no tienen ningún tipo de ayuda ni documentos. Es un limbo. Existen, pero oficialmente no existen. Y mientras, tienen que alimentar a sus hijos y llevarlos al colegio sin becas de comedor ni ayudas para libros.

–¿Cuál es la mayor necesidad ahora mismo que afrontan los refugiados en Oviedo?

–La vivienda, sin duda. Ni los estudiantes encuentran habitaciones, y las familias refugiadas están hacinadas. Piden una cama, lo que sea, porque no tienen dónde estar. Además, la documentación es otro gran obstáculo: con la nueva Ley de Extranjería, muchos han tenido que renunciar al asilo y volver a empezar de cero, esperar dos años más, aunque ya trabajaran y tuvieran papeles. Es muy frustrante.

–Además del programa de verano, ¿qué otras iniciativas llevan adelante?

–Hacemos la novena al Niño Jesús, muy arraigada en la comunidad latina. Tres días rezan una pequeña oración y después organizamos una merienda y repartimos juguetes a los niños. También tenemos ropero, repartimos alimentos, tanto secos como perecederos, gracias al Banco de Alimentos, la Unesco y la Cocina Económica. Contratamos también a una trabajadora social y poco a poco vamos sumando talleres que dan vida a todos los refugiados que tenemos.

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