Las lecciones que dio 'Sexo en Nueva York' hace 20 años

Hubo vida antes, eso sin duda. Para atestiguarlo están 'The Larry Sanders Show' y la reivindicable 'Oz'. Pero llegando al cambio de siglo, esta vida cambió haciéndose famoso ese eslogan que versaba «It is not TV; It's HBO». Fue la primera edad de oro de la cadena, la de 'Sexo en Nueva York' y 'Los Soprano', dos series tan manifiestamente opuestas que reflejaron a la perfección la estrategia de la cadena: contar historias diferentes a públicos distintos. Y funcionó. tanto en espectadores como en premios. E incluso en ventas de merchandising.

Fanes o detractores convendrán que 'Sexo en Nueva York' planteó un nuevo relato televisivo, una comedia muy diferente a la que estábamos acostumbrados a ver entonces. En los años en los que en las televisiones generalistas triunfaban 'Friends' y 'Frasier', lo arriesgado, trasguesor e innovador fue seguir los pasos de Carrie Bradshaw por las calles de Manhattan.

Los elogios son merecidos. Los que se pasan de frenada, no. Porque nos pongamos como nos pongamos, no es una serie de autor. No estamos ante 'In Treatment', 'Big Love' y ni tan siquiera, ante 'Girls'. Ésta última simplemente es un guiño fácil para evitar decirle a Lena Dunham que su su serie no es tan rompedora como nos quiere hacer creer.

Y con todo, hubo riesgo en 'Sexo en Nueva York'. Ofreció a la audiencia un soterrado debate sobre tipos de feminismo: desde los personajes aclados en la 'segunda ola' de esta corriente y que apuestan por el igualitarismo hasta aquellas integrantes de la 'tercera ola feminista' que apuestan por un empoderamiento de la mujer en oposición a los roles masculinos. Y en paralelo, la recreación de los matices existentes entre la libertad, la deshibición y el libertinaje sexual. Y todo ello contado sin tabúes ni pelos en la lengua.

Sarah Jessica Parker, Kim Cattrall, Kristin Davis y Cynthia Nixon encarnaron a la perfección unos personajes que, con el paso de los episodios, tenían entidad propia y la suficiente carga simbólica para ser vistos, en mayor medida en el caso de la protagonista, como la antihéroe femenina. Ella fueron las primeras en traspasar la pequeña pantalla representando a mujeres solteras, vulnerables y valientes, cultas y sexuales.

Se negó a figurar bajo la etiqueta 'sitcom' donde muchos la intentaron colocar. Para ello, reivindicó su capacidad para conjugar la sátira con el drama, la dulzura con los momentos agrios e incluso lo absurdo con las ínfulas de trascendental. No figurará en el libro de '20 series que ver antes de... ¿qué acabe el año?' ni tampoco tendrá sitio en las estanterías sobre feminismo pero siempre, si quiere, podrá reivindicar que abrió un nuevo camino en la televisión.

• Temas
• HBO