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Playa de las Canteras.
Las Palmas de Gran Canaria, cómo hemos cambiado

Las Palmas de Gran Canaria, cómo hemos cambiado

Galo Martín Aparicio

Jueves, 19 de septiembre 2019, 13:08

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Lo malo de Las Palmas de Gran Canaria es que disfruta de muchos días de sol y playa. El hábitat natural de las tentaciones y algunos fracasos. Las cholas, el bañador y la tabla de surf poco tienen que ver con la historia de esta ciudad desde su fundación en el siglo XV hasta el XIX. Estuvo amurallada, fue decimonónica, repleta de conventos e iluminada por antorchas, faroles de aceite y la luna llena. Una urbe poblada por una sociedad conservadora que chocó con la modernidad. Hasta ayer.

Guía práctica

  • Promoción de Las Palmas de Gran Canaria http://lpavisit.com/es/

  • Canarias Ebook Asociación sin ánimo de lucro para la autoedición y difusión de la cultura y literatura canaria.

Del aeropuerto al istmo en el que se acomoda la ciudad se suceden plataformas petrolíferas en reparación. Iluminadas parecen gigantescos árboles de navidad que han cambiado la nieve por el océano para echar sus raíces. Las mismas que, poco a poco, va perdiendo San Cristóbal, hoy un barrio más pintoresco que pesquero. Aquí se viene a comer lo que sus vecinos pescan, sobre todo en el pasado, y a ver el Torreón de San Pedro Mártir, una torreta de vigilancia del siglo XVI, popularmente conocido como el Castillo de San Cristóbal. Los aires de grandeza son comunes a todas las clases sociales, el vestuario no.

Cómo ir

  • Iberia Express Desde Madrid, donde tiene su base, despegan varios vuelos al día, desde primera hora de la mañana hasta última hora de la noche, con destino el aeropuerto de Gran Canaria, a 18 kilómetros de distancia de Las Palmas. La duración del vuelo no llega a las tres horas. En función de la fecha en la que se vuele el precio varía.

Levitas, sotanas y otros ropajes distinguidos lucían en los barrios intramuros de Vegueta y Triana. En el siglo XVIII estos dos vecindarios eran Las Palmas. El barranco de Guiniguada los separaba y los puentes de piedra y palo los comunicaba. El agua que pasaba por debajo corría al Atlántico procedente de las cumbres de la isla. En esos riscos que se asoman a la ciudad hacen equilibrio barrios populares de colores: San Nicolás, San Juan, San Roque, San Antonio y San Francisco. Imágenes de postal a la espera de ser tan visitados como los museos de los equipos de fútbol. Un laberinto de calles que suben y bajan y regalan miradores improvisados desde los que contemplar Las Palmas y el Atlántico. Autopista oceánica que aprovechó Colón para hacer escala en sus viajes al Nuevo Mundo (para los que no lo conocían). El recuerdo de aquellas estancias hoy se llama Casa Colón. Un espacio museístico de la América Precolombina y la navegación de aquella época ubicado en el barrio colonial de Vegueta. Esta parte de la ciudad, señorial y antigua, está trufada de edificaciones de piedra: la inacabada catedral de Santa Ana, el nuevo Ayuntamiento, precedido por las quemadas Casas Consistoriales, ambos edificios en la plaza del mismo nombre que el templo religioso, y las nobles casas coloniales de grandes balcones. Vegueta es un reflejo del estilo arquitectónico que se puede ver en la orilla americana del Atlántico. En este barrio no falta un mercado y un puñado de museos, como el Centro Atlántico de Arte Moderno y el Canario.

Dónde dormir

  • Hotel Santa Catalina Emblemático hotel de la cadena Barceló y testigo de la historia de Las Palmas desde el año 1890. Esta declarado Monumento Histórico Artístico de la isla de Gran Canaria. Está situado junto al Parque Doramas. Un lujazo de hotel.

Al otro lado del barranco sin agua está Triana, el que fuera en el siglo XVIII el barrio comercial (en la actualidad lo sigue siendo) y moderno. El encanto que atesora emana de las diferentes estilos arquitectónicos con los que están construidas sus casas: colonial, neoclásico, modernista y racionalista. Este último ligado a Miguel Martín Fernández de la Torre. Arquitecto que introdujo el Movimiento Moderno en Las Palmas y el resto del archipiélago canario firmando trecientos proyectos. En Vegueta y Triana hay varios edificios suyos, también en Ciudad Jardín. Un barrio donde dejaron huella los ingleses que por aquí estuvieron: la Iglesia Anglicana, el edificio del Club Inglés, el Hotel Santa Catalina, donde se hospedó, entre otros, la escritora Agatha Christie, o el antiguo Hotel Metropole, hoy usado como oficinas del ayuntamiento. Además de casas, edificios y jardines aquí se encuentra el Museo Néstor, pintor y hermano de Miguel, el arquitecto.

Dónde comer

  • Restaurante Fuji El primer restaurante japonés que abrió en España, hace más de 50 años. Al principio daba de comer a los miembros de la flota japonesa que atracaba en el puerto de La Luz.

  • La butaca de Betty Cocina fusión, los orígenes de este restaurante son filipinos. Aquí, sobre todo, se viene a probar el cochino negro.

Miguel y Néstor se suman a la lista de ínclitos personajes de la ciudad, encabezada por Benito Pérez Galdós. De niño al prolífico novelista le gustaba acercarse a la ermita de San Telmo y el Muelle Viejo. Hoy ese puerto no existe, pero en 1862 él zarpó desde ahí rumbo a la Península Ibérica. Se fue a estudiar a Madrid, disfrutó de dilatadas estancias en Santander y regresó a su ciudad natal en cinco ocasiones. El cariño del autor hacia Las Palmas la ciudad se lo ha devuelto conservando su memoria. Un teatro, esculturas, calles y placas honran su figura y legado. Si de Madrid hizo un personaje más en sus novelas, Las Palmas se convirtió en el lugar que acoge la Casa Museo Pérez Galdós. Una vivienda típica canaria de finales del siglo XVIII que primero habitaron sus padres, él y sus nueve hermanos y que después ocuparon su colección de escritos, correspondencia, dibujos, cuadros, fotografías, instrumentos musicales y muebles diseñados por el mismo novelista, a quien le gustaba combinar la madera con el azulejo. Don Benito sacaba tiempo para lo que quería, el matrimonio nunca tuvo hueco en su agenda, en la que sí había contactos. Igual que en la de esos nómadas digitales, trabajadores remotos, que han encontrado en Las Palmas un buen sitio para instalar su oficina itinerante. Se les puede ver por el animado barrio surfero de Guanarteme, a orillas de la playa de Las Canteras, unas veces tecleando en sus ordenadores y otras disfrutando del ambiente. La tranquilidad se esconde al final del paseo que bordea el océano, en la playa de El Confital. Un buen rincón en el que caer en algunas tentaciones y cometer todo tipo de fracasos.

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