Casado: «No permitiremos que nos dividan por la lengua»
El líder conservador proclama la vuelta del PP tras la caída de Ciudadanos, pero mira de reojo a Vox
MARÍA EUGENIA ALONSO
VALENCIA.
Lunes, 4 de octubre 2021, 01:55
Pablo Casado hizo ayer una demostración de fuerza llenando de nuevo la plaza de toros de Valencia, escenario indiscutible de las mayorías absolutas de antaño y última parada de la convención nacional del PP, que confía le sirva de trampolín para llegar a la Moncloa. El optimismo rebosa en el partido y el líder de los populares subió al escenario exultante, proclamando la vuelta del PP de siempre, el que no renuncia ni al legado de José María Aznar ni al de Mariano Rajoy, el que se nutre de barones moderados y otros más duros, y el que, en definitiva, está listo para gobernar. «Estamos preparados para volver a echarnos el país a las espaldas, para rescatar a nuestros compatriotas de la ruina y para abrir un nuevo horizonte para España», aseveró ante los 9.000 asistentes que abarrotaron el coso.
Consolidada la «centralidad» del partido, y con la muerte política de Ciudadanos casi certificada, los populares se lanzan ahora a por los millones de votantes que apostaron en las últimas generales por Vox. Para ello, Casado se adueñó de algunas de las banderas de la formación de Santiago Abascal, desplegando uno de sus discursos más duros desde que hace tres años cogiese el timón, haciendo un alegato en defensa de la unidad del país y de la hispanidad, y una dura crítica a los nacionalismos, a la inmigración o a las «lecciones» de feminismo de la izquierda. «Los que vinieron a sustituirnos -avisó- se han ido quedando por el camino. El PP es mucho PP».
El líder conservador anunció también su intención de borrar la obra legislativa del Ejecutivo del PSOE y Unidas Podemos si llega al Gobierno, derogando algunas de sus normas más controvertidas. Avisó de que aprobará una ley de concordia «que dejará sin efecto las leyes de memoria histórica», cambiará la ley de eutanasia por una ley «de cuidados paliativos» y echará por tierra todas las leyes feministas «que hasta las socialistas históricas han denostado». «Menos tonterías de niñes y matria, y más defender el empleo femenino», clamó.
A lo largo de una hora, Casado desgranó su proyecto con todas aquellas medidas que pondrá en marcha nada más llegar al Ejecutivo. La primera, «poner orden en Cataluña» y «reforzar la unidad nacional» sin consentir la ruptura de la ley y de la convivencia. El PP hará delito la convocatoria de referéndums, la rebelión sin violencia y los indultos a condenados por sedición, y acabará con la «propaganda independentista» en los medios de comunicación públicos a través de una nueva ley audiovisual.
Los populares, dijo Casado, recuperarán además la competencia de prisiones en Cataluña y en el País Vasco, bajarán todos los impuestos, liberalizarán el suelo y cortarán la financiación pública «a partidos y asociaciones que promuevan la violencia», en referencia a EH Bildu. Derogarán también la 'ley Celaá' y la reforma de las pensiones de Sánchez y despolitizarán el CNI o RTVE, además de aprobar una batería de medidas en favor de las familias. «Necesitamos -defendió- libertad, igualdad y maternidad».
Un proyecto en el que los populares llevan meses trabajando y con el que confían en atraer a todos los votantes a «la derecha del PSOE» y aglutinarlos bajo sus siglas porque, como apuntó Casado, el PP cuenta con una «puerta ancha para que todos puedan entrar sin que les pregunten de dónde vienen».
Perfil bajo de Ayuso
Al margen de reivindicar la línea estratégica por la que discurrirá el partido de cara a las próximas elecciones generales, la convención también ha servido al líder del PP para reconciliarse con el pasado del que más de una vez renegó y para exhibir un partido «unido como una piña» y «fuerte como una roca». Todos los presidentes autonómicos, incluida la de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, cerraron filas la anterior semana con Casado.
La presidenta madrileña optó ayer por mantener un perfil bajo y no hacer ningunas declaraciones después de que su intervención en el cónclave despertarse los recelos del resto de líderes territoriales por el manejo que ha hechos de los focos y de lso tiempos. Díaz Ayuso aseguró ante el pleno de la formación que su «meta» es Madrid y que aunque desea coger las riendas del partido cuanto antes en un congreso interno, pero no para hacerse más fuerte y amenazar el liderazgo de Casado.
Defiende el castellano
Salió Pablo Casado y dijo que le daba reparo soltar un discurso porque hacía mucho sol, veía a la gente con abanicos e incluso a un simpatizante le había dado un golpe de calor. Eso dijo, pero luego se le olvidó y habló durante más de una hora. En su intervención, el líder del PP aludió a una cuestión de máxima actualidad en el Principado, como es la cooficialidad del asturiano.
«Crearemos un marco legal nacional que garantice la libertad de elección lingüística y la defensa del castellano como lengua vehicular en toda España. En la educación, en la Administración, en el espacio público. Y no permitiremos que nos dividan por la lengua ya hasta en Asturias, que ya se sabe que es España y lo demás tierra conquistada», apuntó. Para aliviar los efectos del sol durante el discurso de Casado, la organización repartió unos sombreros azules que incluso lucieron buena parte de los cargos populares. También se regalaron pulseras con la bandera de España e incluso mochilas de color naranja, pero esas prendas tan vistosas y patrióticas resultaban menos eficaces a la hora de la supervivencia.
Lo malo de hablar mucho con el sol sacando brillo a las calvas es que corres el riesgo de que los teloneros sean más aplaudidos que tú. Salió el primer ministro griego, al que llamaron consecutivamente Mitokasis, Mitkokakis y Mitsotakis, habló en inglés y se llevó una ovación sonora porque los asistentes tenían ganas de juerga y hacía tiempo que el 'discjockey' no pinchaba nada marchoso. Bastante peor le fue al pobre canciller austriaco, Sebastian Kurz, que no pudo venir y mandó un vídeo. El hombre hablaba en alemán, no entraron los subtítulos y el público se quedó como anonadado, escuchando a un tipo acumular con entusiasmo palabras de veinticuatro consonantes. Para colmo, cuando atinaron con los subtítulos, se dieron cuenta de que aquello ya no iba a ninguna parte y cortaron el vídeo expeditivamente, dejando al amigo Sebastian con las diéresis en la boca.
La paradoja de estas convenciones es que la gente está mucho más animada al principio, cuando van llenando la plaza, que al final, cuando el líder suelta su perorata. Hacía las diez y media de la mañana no cabía ya un alfiler y había cánticos, aplausos y gente haciendo la ola. El Pulpo, 'discjockey' habitual en las fiestas del PP, llevaba puesto un inexplicable gorrito con orejas de Shrek y pinchaba canciones con el propósito de contentar a todas las edades. Los cronistas políticos serios quizá saquen otras deducciones, pero la conclusión más determinante de esta convención ha sido sin duda el destierro definitivo del himno del PP. Ayer no sonó. En su lugar, pusieron en bucle 'We are the people we've been waiting for', que podría traducirse como que ellos eran la gente que ellos mismos estaban esperando. Una cosa rara. No es seguro, sin embargo, que Bono, The Edge y Martin Garrix tuvieran en mente a Pablo Casado cuando compusieron la canción, pero al final todo vale para el cocido y a 'Believer' ya la gastaron el sábado.
Dar mítines en una plaza de toros tiene la indudable ventaja de que uno puede salir por la puerta grande sin forzar las metáforas. A eso de las dos y media de la tarde, Pablo Casado abandonó el coso de Ruzafa por la puerta 19, que es por donde salen los toreros cuando la lían. Hubiera sido hermoso que Casado hubiera salido a hombros, vestido de luces, después de haber dado muerte en el ruedo al toro 'Comunista', hijo de la vaca 'Comunista', pero en este caso solo se trató de una lidia retórica que, además, se alargó demasiado. Los críticos taurinos, siempre tan quisquillosos, dirían que el Niño de Palencia recibió dos avisos y malogró la faena con la espada, pero los aficionados estaban exultantes y lo aclamaban como si hubiera cortado dos orejas, el rabo y alguna pata.