Douglas S. Massey
«La filosofía correcta es afrontar la emigración como un problema social y humanitario en lugar de intentar frenarla»
En 1970 vino Douglas S. Massey (Olympia, Washington, 1952) por vez primera a España. Luego hubo muchas ocasiones más, pero nunca ha pisado Asturias, ... de modo que está encantado de poder hacerlo el otoño próximo para recoger su Premio Princesa de Ciencias Sociales. Este demógrafo de la Universidad de Princeton que conoce a fondo los procesos migratorios hace un retrato nada optimista del hoy, máxime en un país, el suyo, que camina hacia el totalitarismo. Eso piensa él, que atiende por videollamada en un perfecto castellano y excusa con buen humor los maullidos de su gato en mitad de la charla.
–Usted conoce a fondo los fenómenos migratorios. ¿Qué análisis hace de este presente?
–Estamos en un momento muy delicado, de cambio. En el siglo XX la mayoría de los migrantes se movían en busca de oportunidades y ahora salen de sus países para evitar amenazas. Pasamos de trabajadores a refugiados que piden asilo y al mismo tiempo estamos experimentando una reacción globalizada con la migración bastante fuerte, que conlleva xenofobia y desigualdad. Hay una reacción nacionalista y xenófoba.
–Y eso pasa en EE UU.
–Sí, pero también pasa en países que no están recibiendo muchos inmigrantes como Hungría, y también en otros como Alemania, donde se advierten reacciones fuertes a la llegada de emigrantes de Siria en los últimos años.
–¿Estamos en el peor momento para ser migrante o no?
–En la historia de los Estados Unidos cuando ha habido conexión entre desigualdad, inseguridad económica y cambios rápidos en la sociedad conectados con las inmigraciones siempre ha habido una reacción nacionalista y de xenofobia. Ocurrió en 1840 con los irlandeses y alemanes católicos, en 1880 con los chinos y en 1920 con los europeos del sur y el este. En cada ocasión eso derivó en políticas restrictivas.
–Aquí a España nos llegan imágenes de los vuelos a El Salvador, sabemos del tema de Harvard, las autodeportaciones desde la llegada de Trump...
–Es una desgracia nacional lo que estamos viendo. Un ejemplo son los venezolanos, que no consiguen obtener protección por mucho que Venezuela sea un estado fracasado en el que un cuarto de su población ha salido del territorio buscando un lugar seguro. También hay poblaciones grandes en España y su política es más racional y acogedora. Les están integrando; en lugar de frenarlos los está aceptando. Es algo que los EE UU podría hacer, pero ha elegido que no e intenta parar los flujos de venezolanos con métodos muy drásticos.
–¿Hay una política correcta?
–Es difícil, pero no imposible. Cuando mucha gente se siente amenazada es complicado que hagan sacrificios para proteger a otras personas que vienen de fuera para acogerlos, por mucho que los beneficios a largo plazo sean mayores. Ocurre que en el corto plazo siempre hay gastos y la cuestión es llegar a una política que use recursos nacionales para integrarlos y conseguir esos beneficios de futuro.
–Hay muchos países fallidos, luego la emigración va a seguir creciendo.
–Vamos a ver más y más emigrantes vinculados al cambio climático, es un factor muy importante que está condicionando de forma muy fuerte. Lo vemos en Sudámerica, en África y Asia. Cada vez más personas son refugiados climáticos. Y las amenazas que vienen con el clima están presionando a los gobiernos del norte y el sur. Es un factor que está detrás del fracaso de varios estados.
–¿Es pesimista u optimista?
–Tengo el alma optimista pero mi mente es más pesimista.
–¿Lo que está por venir va a ser terrible?
–Es un problema mundial y cada país que tiene posibilidades de ayudar a los migrantes debe hacerlo. La filosofía debe ser abordar la emigración como un problema social y humanitario y no frenarla. No se puede pretender que no va a pasar, porque va a pasar. Lo que deben hacer los países desarrollados es planificar para recibirlos, pero no basta con que lo haga uno, han de hacerlo todos los que tienen recursos, incluso los que no están acostumbrados a recibir inmigrantes, como es el caso de Japón.
–¿Hay algún país o países que lo estén haciendo mejor?
–España está bastante bien. El porcentaje de emigrantes en España es del 20% mientras en EE UU es del 14%. También Canadá tiene una buena forma de interactuar con los emigrantes, aunque ahora hay una reacción contra ellos. EE UU no es una referencia, eso está claro.
–Ahora están con un programa de autodeportaciones, pagándoles mil dólares para que vuelvan.
–Sí, autodeportaciones y deportaciones activas, con detenciones y propiciando la salida de muchas personas arraigadas en sus vidas y sus trabajos.
–¿El propio gobierno Trump está cometiendo ilegalidades con los inmigrantes?
–Está violando nuestras leyes domésticas y los tratados internacionales. Todos tienen derecho a llegar a una frontera y pedir asilo. Ahora estamos rechazándolos y los migrantes están esperando en México durante meses y al final deciden cruzar la frontera sin documentos. Lo que se llama migración ilegal es de refugiados.
–¿Desde el punto de vista humano estamos ya muy insensibilizados ante esas legiones de migrantes, como los muertos en el Mediterráneo?
–Es difícil pedir sacrificios a las personas que tienen miedo de su propio futuro. Necesitamos liderazgo y obviamente el presidente Trump no está en esa tesitura, lo que hace es sacar provecho de los miedos de la población para consolidar su poder autocrático y está llevando al país de la democracia hacia un sistema autoritario.
–¿Qué le diría usted a Trump si le tuviera delante?
–No tengo mucho que decirle. Sería difícil controlarme. He escrito varias veces sobre la necesidad de políticas más humanas y más sensibles, pero el problema es que nadie escucha. Muchas veces la gente no reconoce que la política antimigrantes es algo de los dos partidos, de demócratas y republicanos. Fue Clinton quien militarizó la frontera entre México y EE UU y fue Obama quien deportó más inmigrantes en toda la historia del país. Parece que todo el mundo se olvida de que EE UU es un país de emigrantes y son ellos los que hacen la nación grande. Si quieres hacer América 'great again' lo que tienes que hacer es admitir más emigrantes. Si se les da una posibilidad de vida y progreso en EE UU van a ayudar a construir el futuro.
Un «ataque global»
–Usted es profesor de Princeton, ahora estamos viviendo todo el asunto de Harvard. ¿Hay mucha presión sobre las universidades? ¿Hay miedo?
–Cada día hay más y más temor, sobre todo por parte de los estudiantes que no ven claro su futuro. Es un ataque global contra todos los medios de comunicación, todas las sensibilidades independientes que pueden ofrecer datos y evidencias en contra de lo que hace y dice el presidente Trump. Hay un ataque contra las ciencias y la sabiduría. Es una tontería destruir las universidades, pero es lo que está haciendo. Solo quiere más y más poder. Vamos hacia una dictadura.
–Pero la mitad del país está encantada.
–Hay que esperar a las próximas elecciones y ver qué pasa, si hay un rechazo amplio a sus políticas. Solo ganó un 50% del voto y está actuando como si tuviera una mayoría del 60 o el 70%. El problema es que los republicanos tienen una actitud muy tímida y no quieren contradecirle.
–Es experto también en la situación de todos esos emigrantes dentro del país. ¿Cómo está en este momento?
–Es una situación muy inestable para los migrantes, tanto para los sin papeles como para los documentados. Hay muchos indocumentados que han tenido hijos que sí tienen papeles y que ahora pueden ser deportados, con lo que eso significa. Todo lo que está pasando es un desastre para los derechos humanos.
–Sigue trabajando. ¿En qué análisis anda metido ahora?
–Estoy terminando un libro sobre la caída y auge de Venezuela como petroestado y la emigración que lo ha acompañado. Busco explicar lo que pasó en Venezuela y lo uso como ejemplo negativo de lo que puede pasar en otros países del mundo.
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