La Vega se abre al mundo para los Premios Princesa
Migrantes de Accem crearon un 'Altar de los Anhelos' bajo la guía del pintor Toño Velasco, en honor a Douglas Massey
La Fábrica de Armas de La Vega ha abierto sus puertas a una conmovedora actividad enmarcada en los prolegómenos de los Premios Princesa. Este viernes el recinto se convirtió en el escenario de un taller colaborativo que dio vida a un 'Altar de los Anhelos', una iniciativa cargada de significado y esperanza, realizada en conjunto con usuarios de Accem Asturias, la ONG dedicada a mejorar las condiciones de vida de migrantes y refugiados.
La iniciativa, ideada como un homenaje al sociólogo Douglas Massey, galardonado con el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2025, se inspiró en su profundo análisis de los deseos de los migrantes mexicanos hacia Estados Unidos. La actividad no solo celebra su obra, sino que también resuena con su crítica a las políticas migratorias y de deportaciones masivas.
Bajo la dirección del pintor asturiano Toño Velasco, los participantes, muchos de ellos migrantes y refugiados, plasmaron sus deseos y esperanzas en cartones pintados por el artista y, sobre ellos, creaban su propia obra y escribían un mensaje, creando una colección de exvotos contemporáneos. Velasco describió la esencia del taller: «Cada uno realiza tres o cuatro deseos y tendremos un conjunto que nos hará muy humanos. Cada persona tiene un anhelo personal y, aunque sus deseos dependen de su cultura, encierran la misma idea de estar mejor y vivir en paz».
El artista enfatizó: «El arte es un filtro que sirve para masticar ideas y hace que luego sean más digeribles para el público. Esta gente ha sufrido para llegar aquí, y no es solo un dibujo y un texto; hay detrás una experiencia y un bagaje. Los anhelos nunca serán efímeros y cuantos más sueños y deseos, mejor».
Los testimonios recogidos durante la jornada revelan la lucha por encontrar un país libre para quienes huyen de Rusia o Palestina, el anhelo de crecimiento profesional para ingenieros provenientes de Venezuela, o el simple deseo de tener una casa o construir una granja. El sueño más recurrente fue el de encontrar estabilidad, tanto económica como emocional. Los participantes, en un acto de protección y privacidad, prefirieron mantener el anonimato de sus nombres.