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PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
Martes, 15 de septiembre 2015, 13:06
Una feliz coincidencia ha querido vincular al filósofo Emilio Lledó con el Principado en un breve espacio de tiempo: a la reciente concesión del Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades se une la publicación de su último libro, 'Palabra y humanidad', en la editorial ovetense KRK hace apenas tres meses. El volumen, con prólogo de Juan A. Canal -que se ha ocupado también de la selección y edición de los textos-, reúne un conjunto de ensayos, artículos y discursos del humanista sevillano, hasta ahora dispersos, y que tienen como eje conductor la reflexión sobre las relaciones del lenguaje con la realidad, la idealidad o la ética.
El valor del propio lenguaje de las palabras en un mundo dominado por la cultura de la imagen, la necesidad de mimar y mejorar la educación como garantía para una sociedad más democrática o el papel de las Humanidades en el actual sistema educativo son algunos de los asuntos tratados en estos escritos. Se recogen asimismo trabajos dedicados al estudio literario sobre algunos aspectos del Quijote o sobre la poesía de Pablo Neruda y Diego Jesús Jiménez. La amistad tiene un papel importante en los demás textos: glosas y evocaciones de figuras queridas del propio autor o acerca del valor de la philía en la sociedad. En su última obra juega un papel destacado su discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua en 1994, 'Las palabras en su espejo'. En él parte de la concepción formulada por Aristóteles sobre el ser humano como animal con capacidad para comunicarse mediante la palabra para concluir reflexionando acerca del espacio que ocupan en el mundo actual el lenguaje, el pensamiento y la educación frente al poder de los medios de comunicación.
Para el Premio Princesa de Asturias, «hemos pasado (ya) a un estado donde lo real se ha convertido en sus imágenes, en las palabras que lo representan, y hemos diluido la supuesta firmeza de un mundo, situado frente a los ojos que lo contemplan, en ese otro mundo interior, presente solo a una mirada, cuyo objeto es, al mismo tiempo, su propio mirar».
Lledó se muestra especialmente crítico con la importancia que se le da al poder de la comunicación inmediata a través de la imagen en medios como la televisión o las nuevas tecnologías. En su discurso de ingreso en la Academia, llega a afirmar que «hoy la imagen del mundo se ha convertido, de hecho, en una imagen sin mundo alguno». Frente a este peligro ya materializado en ciertos usos comunicativos de la época contemporánea, invoca el cultivo de la semilla inmortal a la que se refiere Platón en su 'Fedro 'y a la que define como «una semilla que pone en nosotros el lenguaje, y que una educación crítica hace fructificar».
El autor de los ensayos recogidos en 'Palabra y humanidad' ha destacado en las últimas décadas por su discurso crítico hacia la falta de control ético de los grandes medios y hacia la preeminencia de una comunicación basada únicamente en su posibilidad para generar beneficios económicos. Lledó, liberal a la manera de los Ilustrados, no niega la legitimidad de que las empresas o los particulares busquen en sus actividades la rentabilidad material, pero defiende que por encima de ella está la ética y que debería estarlo -al menos en el caso de los medios públicos- una función social de ilustración.
Telespectadores, no teleactores
En uno de los textos recogidos en este volumen, su preámbulo al 'Informe de la reforma de los medios de comunicación de titularidad del Estado' (realizado por encargo del Gobierno en 2005), Emilio Lledó, aporta su particular visión sobre este asunto. Ilustrativos son los discursos titulados 'Palabras e imágenes' y 'La comunicación y las palabras', escritos para sendos congresos sobre medios de masas y el futuro de la lengua española.
Tal vez donde más aguda resulta la mirada crítica del filósofo sevillano sobre medios como la televisión es en el texto titulado 'Ver y mirar'. En estas palabras pronunciadas en la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión manifiesta que la pantalla nos hace «estar sin estar y estar sin ser» frente a la realidad retransmitida y que no deberíamos aceptar esa pasividad: «Se nos hace tele-espectadores: creemos vivir aquello que vemos en la pantalla, pero distamos de ser tele-actores (...) La televisión, como otros medios virtuales, guarda las distancias».
Otro de los campos de batalla dialéctica en los que más activo se ha mostrado es el de la necesidad de revalorizar la función de las llamadas Humanidades en el sistema educativo y de romper con la, a su juicio, falsa dicotomía entre éstas y las Ciencias: «¿Es que no son científicas las investigaciones de Saussure, Menéndez Pidal, Grimm, Savigny?», se pregunta. 'Palabra y humanidad' muestra a un filósofo y filólogo en fecundo estado de lucidez que, entre sus muchas enseñanzas, nos ha transmitido la de que es posible razonar, argumentar, ilustrar en el estilo oral y sencillo de las confidencias. Un maestro que nos deslumbra con sus palabras porque cree en el poder de éstas para iluminar las sombras que aún arrastra la condición humana.
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