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Ana Ranera
GIJÓN
Miércoles, 12 de junio 2024, 11:58
Hay fotografías que se quedan grabadas en la retina y que son imposibles de borrar, por mucho que los años pasen y que el mundo vaya cambiando ante nuestros ojos. Esas fotografías históricas permiten arrancar un pedazo del pasado, para guardarlo en el presente y, sobre todo, para seguir contemplándolo en el futuro, esquivando los golpes del olvido. Muchas de esas instantáneas memorables llevan en el reverso la firma de Magnum Photos, la agencia fotográfica más importante del mundo, la que ayer dio un paso más al recibir el Premio Princesa de Asturias de la Concordia.
El acta del jurado asegura que esta compañía merece el reconocimiento «por su icónica y exigente labor de fotoperiodismo extendida a lo largo de casi ochenta años». Porque todo empezó cuando un grupo de amantes de las instantáneas, en 1947, decidió comenzar a retratar el mundo, con sus injusticias y con su crudeza, para intentar que la sociedad tomara conciencia de la peor –y de la mejor– cara de la realidad. Los pilares de Magnum en sus inicios fueron Robert Capa, Henri Cartier-Bresson, David Seymour y George Rodger y su unión surgió de manera casual en la terraza del Museo de Arte Moderno de Nueva York en unos tiempos inestables, justo después de la Segunda Guerra Mundial.
Para ellos, la fundación de esta agencia suponía empezar a entender la fotografía de una manera nueva, de una manera distinta. Querían ser profesionales independientes y no tener que doblegarse a las exigencias de ningún medio de comunicación. Les apetecía tener libertad para tratar cada tema y aportar una mirada propia, de autor, a los acontecimientos de los que eran testigos. Por eso, la Fundación destaca de ellos que «en un ejemplo de libertad de prensa y de asunción de riesgos, han custodiado y transmitido el testimonio de los acontecimientos más relevantes de su época y contribuido con ello, a través de la imagen, a elevar la conciencia de la humanidad».
Con los años, al grupo inicial se le fueron uniendo más profesionales, que retrataron también con su cámara revoluciones sociales y conflictos bélicos que cambiaron el curso de la historia. Sus trabajos constituyen la memoria fotográfica del mundo moderno porque estuvieron, por ejemplo, escondidos detrás de la cámara durante la guerra civil española, y porque también fueron testigos de la liberación de París en 1944; de la Primavera de Praga de 1968; del domingo sangriento que vivió Belfast en 1972 y de las revueltas en Egipto. Tampoco se perdieron las guerras de Israel y Palestina en los años ochenta ni se pierden ahora los horrores que sacuden a la humanidad como la pobreza, el narcotráfico y la discriminación, entre una lista interminable de situaciones que hacen que ellos sean una mirada veraz a un mundo revuelto.
En medio de ese archivo ingente de imágenes, desde 2007 también hay hueco para la solidaridad. En ese año la agencia creó Magnum Foundation e inció una colaboración con The Global Fund to Fight IDS, Tuberculosis and Malaria, con la cual un equipo internacional de fotógrafos viajó a nueve países para documentar los efectos de los tratamientos antirretrovirales y hacer un retrato más de la historia, tan veraz como todos, tan veraz como siempre.
«Profundamente agradecida», se sentía ayer Marine Mérindol, la directora de operaciones de Magnum Photos, tras saber que la agencia que lidera se había convertido en la ganadora del Premio Princesa de Asturias de la Concordia. «Para nosotros es un tremendo honor recibir este galardón, que sirve como un poderoso símbolo del compromiso de la compañía con los valores humanitarios»», explicaba, convencida de que la suya es una historia «única desde su creación». Tenía motivos para defender ese argumento: «Es una de las primeras cooperativas fotográficas, propiedad de sus miembros, y está construida sobre el principio de libertad artística». Además, recordaba que en Magnum protegen siempre«los derechos de autor y las visiones de los fotógrafos, un legado de autonomía y creatividad que continúa definiéndonos».
Son casi ochenta años de andadura que hacen que dispongan «de un archivo único, uno de los más importantes de la fotografía documental». Por delante de su objetivo han pasado los acontecimiento más relevantes de la historia y Mérindol explica que todos fueron tratados con «profundidad, sensibilidad y contexto». Son tres ingredientes fundamentales para esta compañía que defiende «el derecho a la libertad de expresión, contando historias complejas y, a menudo difíciles, con integridad y cuidado».
Porque, aunque en estos tiempos pasan por nuestros ojos miles de imágenes cada día «la fotografía veraz es más importante que nunca», opina. «Con la prevalencia de la desinformación y de las imágenes manipuladas, es importante que los fotógrafos de Magnum continúen capturando momentos clave en el tiempo con claridad y perspicacia». Lo cree así porque considera que esas imágenes de calidad «ayudarán a las generaciones futuras a comprender el contexto y la importancia de situaciones pasadas, lo que hace que el trabajo de Magnum sea esencial para la documentación histórica y también para la actualidad».
Ahora mismo, la agencia cuenta con cincuenta miembros y con 102 fotógrafos representados que están repartidos por numerosos rincones del mundo. Todos ellos apoyan además Magnum Foundation que fue creada «para sostener la narración visual independiente sobre temas sociales». A través de subvenciones y tutorías, apoyan a una «red global de fotógrafos centrados en la justicia social y los derechos humanos, que experimenta con nuevos modelos de narración».
Con su faceta solidaria y con sus fotógrafos repartidos a lo largo y ancho de la geografía, Mérindol sueña con «seguir protegiendo nuestro legado, con seguir evolucionando» para llegar a nuevos lugares y, sobre todo, para hacerse «aún más fuertes e inspiradores para las generaciones futuras» de fotógrafos y de amantes del arte.
Para el fotógrafo ovetense Javier Bauluz, Magnum «tiene una mirada con enfoque de derechos humanos» que la diferencia de las demás agencias. Recordaba entonces las palabras de uno de sus fundadores, Robert Capa: «Él decía que si tu foto no era lo suficientemente buena, es que no habías estado lo suficientemente cerca y es verdad. No solo tienes que estar cerca de los hechos físicamente, sino también psicológicamente para poder contar una historia».
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