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El museo alberga importantes colecciones etnográficas y antropológicas. Fundación Princesa de Asturias

El Museo Nacional de Antropología de México, Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2025

Fundada en 1964, la institución ha constituido desde entonces un espacio de reflexión sobre la herencia de la cultura mexicana

Inés Barea

Gijón

Miércoles, 4 de junio 2025, 12:04

Sesenta años dedicados a la recuperación y conservación de la memoria histórica de un país le han servido al Museo Nacional de Antropología de México para hacerse con el Premio Princesa de la Concordia 2025. El jurado, que estuvo presidido por el presidente del Principado, Adrián Barbón, reconoció «la labor científica, técnica, cultural, social y humanitaria» que la institución, dirigida por Antonio Saborit desde 2013, ha demostrado realizar en el ámbito internacional desde su fundación.

La Fundación Princesa de Asturias no dudó en destacar que el museo mexicano «está considerado uno de los más importantes de Latinoamérica» y que se trata de «un referente global en el estudio de la humanidad» por su compromiso «con la divulgación, la investigación y la preservación del patrimonio cultural». Además, «mantiene una relación estrecha con España y la cultura española, ya que en sus salas se encuentran también objetos del periodo virreinal que reflejan la fusión de las culturas indígena y española y la relación bidireccional que históricamente se estableció entre estas, nutriéndose y enriqueciéndose mutuamente».

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El Museo Nacional de Antropología de México es un icono ya desde el exterior, pues el edificio, en el singular enclave del bosque de Chapultepec, constituye en sí mismo un referente de la arquitectura mexicana del siglo XX. Dentro de sus paredes, proyectadas entre 1963 y 1964 por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, se encuentra el museo más grande del país, con veintidós salas y más de cuarenta y cinco mil metros cuadrados dedicados a colecciones que repasan el legado arqueológico y etnográfico de México. Fue concebido para convertirse en «un espacio de reflexión sobre la rica herencia indígena» de la nación y, por lo tanto, recoge los testimonios de varios grupos culturales desde la Antigüedad que habían sido acogidos, en un principio, por el Museo Mexicano (fundado en 1825), y que fueron trasladados a Chapultepec tras los cambios administrativos que sufrió la organización en 1940.

La amplísima colección del museo –más de siete mil piezas arqueológicas y cinco mil objetos en la sección etnográfica– conserva algunos tesoros que se remontan a las raíces indígenas de la región y que abarcan, en la parte arqueológica, desde el poblamiento de América hasta las culturas de Occidente y del Norte, pasando por el preclásico del Altiplano Central, Teotihuacan, los Toltecas y el Epiclásico, la cultura mexica, la de Oaxaca, la de la Costa del Golfo y la cultura Maya.

Por su parte, la colección etnográfica traza un recorrido que incluye a los pueblos indios, el Gran Nayar, Puréecherio, Otopame, la sierra de Puebla, Oaxaca, las culturas del Golfo de México, los pueblos Mayas, los pueblos del noreste y los Nahuas, conservando vestigios que permiten también entender y poner en valor la vida cotidiana de los pueblos indígenas contemporáneos del país.

Es difícil quedarse con unas pocas piezas destacadas de tan vasta colección, pero quizá una de las obras más conocidas que se puede encontrar en sus grandes salas y que da muestra de la relevancia de sus acervos es la Piedra del Sol, una de las grandes joyas del museo, formada por un colosal bloque de basalto de 3,60 metros y 24 toneladas en el que se puede apreciar el 'mito de los cinco soles' junto con algunos símbolos calendáricos y el rostro de Tonatiuh, el dios del Sol. Entre las más populares se encuentran también la escultura de Coatlicue –una diosa central en la cosmología mexica y madre del dios patrono, Huitzilopochtli– descubierta en 1790, o la Piedra de Tízoc, un monolito cilíndrico de andesita que mide 265 cm de diámetro, 94 de altura y 9,5 toneladas y que narra, a través de quince escenas talladas en sus cantos, la historia de Tízoc, gobernador del estado mexica entre 1481 y 1486. Son piezas imprescindibles para trazar la historia mexicana, pero no las únicas, pues en sus salas se pueden encontrar otros ejemplos como la escultura de Xochipilli o el Señor de las Flores; la lápida, el ajuar y la máscara de jade de la tumba del emperador maya Pakal y la máscara del dios Murciélago, perteneciente al arte zapoteco. En julio de 2017, el museo recibió también «el esqueleto prehistórico femenino con datación directa más antigua y genéticamente intacto de América», 'Naia', hallado en 2007, cuya antigüedad se estima en trece mil años. Y alberga, además, el Códice Maya de México, el manuscrito legible más antiguo del continente americano, cuya datación se estima entre los años 1120 y 1130 después de Cristo.

Una colección tan destacada que podría ser en sí misma merecedora de reconocimientos como el que recibió ayer, pero a la que acompaña un grandísimo trabajo de investigación, divulgación y, en los últimos años, también digitalización del patrimonio, que ha hecho que el museo ya cuente en su archivo digital con más de ocho mil piezas arqueológicas y seis mil de las colecciones etnográficas en exhibición, así como con gran parte del fondo documental y fotográfico, facilitando el acceso a todas ellas a través de su página web. Estos motivos han sido más que suficientes para destacar su incansable labor para con la memoria del país, que ya había sido reconocida con distinciones como la Medalla 1808 del Gobierno del Distrito Federal y el Premio Fundación México Unido 'A la excelencia de lo nuestro', el Premio Nacional de Antropología, el Premio INAH –Instituto Nacional de Antropología e Historia–, el Premio Crónica o la Medalla de la Asociación Española de Amigos de la Arqueología.

La historia del Museo Nacional de Antropología está, además, marcada por un sonado robo que se produjo la noche de Navidad de 1985 y que, según el propio museo, «cambió la percepción de la sociedad acerca del valor de los acervos» que albergaba, promoviendo que se implantaran «nuevas normas generales de seguridad» en todos los museos del Instituto de Antropología e Historia.

Perpetrado por dos alumnos de Veterinaria que consiguieron entrar a través de los conductos de aire acondicionado, está todavía considerado como el mayor expolio al patrimonio arqueológico mexicano, pues se sustrajeron en torno a 120 piezas de las que, tras una difícil búsqueda, 111 pudieron finalmente ser recuperadas.

Un «pasito» hacia el perdón

La noticia del galardón al Museo de Antropología se conocía mientras México aún se encontraba bajo las primeras horas del alba, así que hubo que esperar algunas más para conocer las reacciones por parte de la institución y las autoridades del país. Entre las primeras en pronunciarse estuvo, precisamente, la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum, que en una rueda de prensa celebrada en el Palacio Nacional de la Ciudad de México, compartió ante los medios de comunicación que distinguir al museo con este premio ha sido un «pasito» hacia el «perdón» por la conquista. «Pues a ver si empiezan por ahí a pensar en el perdón», dijo, antes de valorar el «gesto» por parte de la Corona española y de reconocer que, con este reconocimiento que otorgó la Fundación Princesa de Asturias, «ya dieron el primer pasito».

Sin embargo, no perdió la oportunidad de solicitar, de nuevo, que España siga avanzando «en este proceso de reconocimiento pleno a los pueblos originarios, a las grandes civilizaciones del pasado, a los pueblos de hoy y a las grandes atrocidades que se cometieron durante la llamada conquista española».

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