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La escritora Siri Hustvedt con los más de 1.400 lectores que ayer abarrotaron el Palacio de Congresos y Exposiciones Ciudad de Oviedo.

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La escritora Siri Hustvedt con los más de 1.400 lectores que ayer abarrotaron el Palacio de Congresos y Exposiciones Ciudad de Oviedo. FOTOS: MARIO ROJAS

Ensayo sobre el amor a la escritura

Siri Hustvedt desplegó en Oviedo la clarividencia y la sencillez de los genios. «No sabía si iba a vivir de escribir, pero sí que viviría escribiendo»

PABLO SUÁREZ

Miércoles, 16 de octubre 2019, 09:18

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El libro como vía de escape, como puerta a un mundo propio rendido al régimen del alma lectora. Escribir como ejercicio energético, como un reencuentro liberador con la propia identidad del escritor. Siri Husvedt, autora inabarcable y Premio Princesa de Asturias de las Letras, realizó ayer en el Palacio de Congresos y Exposiciones Ciudad de Oviedo un recorrido por la cara más íntima de la composición artística. Lo hizo en público, ante más de 1.400 personas pertenecientes a 142 clubes de lectura de toda España, pero el intimismo que aportó la americana a sus confesiones hizo que la fluida conversación con la periodista Inés Martín, algo encorsetada en algunas fases de la entrevista, se asemejase más a un ejercicio de introspección colectiva que a una conferencia de formato clásico.

Hustvedt dejó frases como para hacer una biografía. Con su habitual tono tranquilo, la escritora narró su vida y obra como la madre que lee un cuento a sus hijos antes de acostarlos. No rehuyó temas, y consiguió hacer del frío auditorio un foco de generosidad hacia el lector, ensayo sobre lo que supone amar la escritura. «Siempre me gustó leer. Me acuerdo que pensaba, si esto es lo que los libros pueden hacer, esto es lo que yo quiero hacer. No sabía si iba a vivir de escribir, pero sabía que viviría escribiendo. Creo que pensaron que era muy pretenciosa», confesó, con cierta sorna, sobre sus inicios en el arte que la convertiría en leyenda. «La escritura permite al escritor multiplicarse. Escribir a veces puede sorprenderte. Sí, creo que la mayor revelación que he tenido como escritora es que todos somos extraños a nosotros mismos», prosiguió Hustvedt.

Influenciada en un primer momento por la novela británica del siglo XIX, la cual reconoce como punto de partida de su afición por leer, la autora ha sido testigo a lo largo de su extensa trayectoria del viaje obligado de la literatura desde el primer plano de la escena cultural hasta un lugar mucho más recóndito, casi romántico, como el que ocupa hoy en día. Preguntada por el fin de la novela, la americana abrigó a la audiencia con la clarividencia que habitúa y mantuvo a raya a la desesperanza. «Es posible que la era dorada de la novela haya terminado. Es normal. Hay que recordar que antes no había competición para la novela. Ahora hay películas, televisión, YouTube... Pero las historias no se van a ir a ningún sitio. La gente sigue con hambre de historias. Creo que leer una historia larga en prosa tiene algo que Netflix no tiene. En la lectura, eres tú quien estás inventando tus propias imágenes. Leer es un buen entrenamiento para la imaginación, por eso es por lo que creo que no queremos perderlo. La lectura permite a algunas personas sentir que viven algo que nunca van a vivir», explicó. Jaque mate.

La rutina y el feminismo

Desde la atalaya que suponen sus 64 años, Hustvedt asegura haber comenzado a apreciar aspectos de la vida diaria que antes pasaba por alto. Uno de ellos, dijo, es el valor de la rutina. «Me he dado cuenta de que la rutina es el paraíso. Nos damos cuenta de ello cuando pasa algo dramático, cuando muere un familiar, por ejemplo. Vivo mi vida con cierto sentido de urgencia porque se puede acabar en cualquier momento. Trato de escribir, leer y pasar el tiempo con la gente que quiero», explicó. El público asentía ensimismado, con la media sonrisa que da esa mezcla de satisfacción y rabia cuando ves que alguien expresa con facilidad eso que a uno se le antoja tan complejo.

Fuera de la escritura, aunque con ella como canalizador principal, la autora americana ha defendido el feminismo desde mucho antes de que siquiera se pensase que podría ser moda hacerlo. Ayer, analizó esa relación entre lo varonil y la lectura. «Leer es un acto de rendición a la voz del libro. Creo que muchos hombres sienten eso como una rebaja de su masculinidad si en la portada está el nombre de una mujer. Lo hacen de una forma que no creo que sea incluso consciente», consideró, al tiempo que instaba al movimiento feminista a prácticar la indiferencia hacia lo contrario por medio del descrédito. «Si quieres atacar un movimiento lo que tienes que hacer es convertirlo en ridículo. La clave está en demostrar cuán ridículos son algunos pensamientos y reírnos de ellos», aseveró con cierta sorna.

Por eso, fiel a sus principios, preguntada por la adminstración Trump, la americana escatimó por primera vez en palabras. «Trump es prácticamente una broma de masculinidad», despachó. Ovación cerrada.

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