Diferentes recuerdos, una misma ilusión azul
Los más jóvenes y los más veteranos de la Peña Orgullo Carbayón miran hacia el 'play off' con el mismo objetivo: hacer real el 'volveremos'
La historia del Real Oviedo, singular como pocas en el fútbol español, ha sido capaz de juntar alrededor de un mismo sentimiento a generaciones con ... recuerdos totalmente diferentes. Todos ellos tienen una cosa en común: que la pasión por su equipo nació o se mantuvo más fuerte que nunca cuando el club más los necesitó.
Una de las peñas que mejor lo refleja es la Peña Oviedista Orgullo Carbayón. En torno a ella se aglutinan veteranos que sufrieron con «aquella noche de verano esperando una solución» -como recuerda Mario Peláez, con más de 40 años de abonado- y también jóvenes como los hermanos Miguel y Marina Martínez, de solo cinco años y cuyos recuerdos más intensos pasan por haber ganado el derbi en El Molinón o la «panadera» dada al Mirandés la pasada jornada.
Peláez, como no puede ser de otra manera, habla de ese descenso administrativo de 2003 que a él, como a tantos otros oviedistas, le hizo llorar mientras volvía a casa a la altura del ahora conocido como Parque Juan Mata. «Nunca le perdonaré al alcalde de entonces -Gabino de Lorenzo- que intentase desahuciar al Oviedo, ni aunque cien años viva», afirma. Sin embargo, hay un nexo común entre niños y mayores: la ilusión de recuperar -o ver por primera vez- a ese Oviedo de Primera División. «En Cádiz ya pude comprobar que el 'volveremos' no era solo un sueño o una simple canción, sino que iba a ser una realidad más pronto que tarde», enlaza Peláez.
Los más jóvenes de la peña no tienen ese bagaje, pero sí las ideas muy claras. Los Martínez tienen claro que este año puede ser el año de bañarse con su padre en la plaza de América y también sus favoritos: Costas -«que no deja pasar a ninguno»- y Bastón -«que mete todas las que tiene»-. Ambos adoran a Ziganda, pero más como técnico que como profesor. «Es que de 'profe' ya tengo a Mariluz», responde la pequeña.
La peña es muy familiar. Thays e Izel Gutiérrez, de 9 y 14 años, dan fe de ello. La benjamina sabría muy bien
qué decirles a los jugadores si tuviera un par de minutos con ellos: «Que intenten ascender y que me dieran sus camisetas». Sobre todo a Jimmy, al que conoce personalmente. La ilusión de Izel pasa por un Bastón al que ve parecido con su otro ídolo, Toché, y por «la magia de Borja Sánchez». Tal es la ilusión que, a pesar de los horarios, «el instituto no será un impedimento para ir al Tartiere». Tampoco causará baja Alejandro Quirós, de 10 años. «Yo no me pierdo ninguno nunca, me encanta vivir ese ambiente con mi padre», dice este enamorado de Femenías y también portero, al igual que el manacorí. Él, además, sí que sabe motivar. «Que se esfuercen y lo den todo. Si ascienden, les regalo una tarta del Oviedo», promete.
Su inocencia y ganas contrastan para bien con la emoción que viven este tramo final de temporada quienes saben todo lo que el Oviedo perdió por el camino. Sobre todo quienes se han despedido de familiares o amigos en estos veinte años. «Yo le debo mi oviedismo a mi padre, que era socio de oro y falleció en 2010», relata Chity Martínez, que ve «equipo para, esta vez sí, volver». También Noemí Menéndez, que debe su amor por estos colores también a su progenitor. «Cuando nos dejó tenía el número 86 de abonado, lo era desde 1958, y si algo me queda es la tristeza de que no lo haya vuelto a ver en Primera», recuerda emocionada esta atrevida oviedista, que se plantea teñirse el pelo de azul si se consigue. «Fue duro y muy bonito a la vez iniciar esta vuelta y lo es estar ilusionados ahora con vivirlo de nuevo», añade.
Los primos Diego y Raúl del Oso, de 11 y 12 años, respectivamente, también fantasean sobre cómo celebrarlo. «¡Saltando de alegría hasta el techo!», dice el primero. «Como con el gol de David Fernández contra el Cádiz», responde el segundo. Ambos quieren ir al Tartiere y tienen claros sus favoritos: para Raúl el mejor es Brugman, «porque hace de todo y todo bien», y para Diego es Sangalli, quien merece mención a parte. «Vino a nuestro aniversario, es muy simpático», cuenta, al tiempo que ambos instan a la plantilla «a luchar y a dejarlo todo por sus aficionados».
El momento más feliz
Si algún momento reciente es especial para todos estos niños y niñas -muchos de ellos verdaderos defensores del escudo en sus colegios-, ese es el último derbi. El último y los anteriores porque si de algo presumen es de lo bien que se le da a su Oviedo ganar al Sporting. «Mi momento más feliz fue recibir a los jugadores tras ganar en El Molinón. Fue espectacular», explica Nayara Lorences, de 15 años, que no ve la hora de volver a tener una razón para «salir a la calle a celebrar con los jugadores».
Luis Lana, que jugó en las categorías inferiores y tiene veinte temporadas de abonado a sus espaldas, también confía. «La clave es la comunión entre equipo y afición. Han de luchar y defender el escudo», señala este 'zigandista' confeso. «Yo al principio dudaba, pero ahora ya no», reconoce por otra parte José Antonio Suárez, de 65 años y «orgulloso por cómo el oviedismo ha ido superando todos los obstáculos». Para él, la azul es una afición «invencible». «Siempre pensé que sería posible, que nos levantaríamos. Y aquí estamos, luchando por subir el último peldaño», arenga, contento por «haber errado respecto a Ziganda».
A Isi Roldán, fundador de la peña, «el bicho del oviedismo» le picó en la adolescencia y desde entonces ha convivido «con la nostalgia del viejo Tartiere y el orgullo de seguir vivos». Ve «una base que antes no había -en forma de comunión- y un técnico que ha sabido mantener la calma en los momentos difíciles». «Han de seguir jugando como saben y, si fallan las fuerzas, que miren a la grada, que allí habrá miles de almas apoyándoles», concluye Roldán. La suerte aún no está echada, pero la ilusión ya está en la calle.
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